Dicen los toreros que más cornadas
da el miedo que el toro. Pero yo añadiría que el exceso
de confianza, olvidar que frente a uno se encuentra una fiera salvaje,
como un león, también le ha costado algún que
otro disgusto a más de un torero o domador de fieras.
En este sentido, el mar es una fuerza de la naturaleza difícil
de predecir e imposible de domar, y tanto el miedo como el exceso
de confianza pueden hacernos sufrir accidentes fatales.
El miedo es mal compañero del buceador. Provoca incapacidad
para resolver problemas que siendo menores pueden acabar suponiendo
un peligro para nuestra inmersión. Un exceso de tensión
hace que nuestro esfuerzo físico sea mayor, que nuestro aire
se consuma antes, que no disfrutemos del paisaje y que, llegado
el momento de una emergencia, nos precipitemos en reacciones inadecuadas,
como el ascenso acelerado, con los riesgos que ello entraña.
Hay que relajarse, disfrutar de las posibilidades del medio y, llegado
el momento de una emergencia, actuar con frialdad, confiando en
uno mismo y en la preparación y experiencia que uno ha adquirido.
Pero el exceso de confianza es peor aún, si cabe, que la
inseguridad. Hace que olvidemos detalles importantes en la preparación
de la inmersión y durante el desarrollo de la misma, pudiendo
cometer imprudencias que, agravadas por un factor inesperado, acaben
por ponernos en serios aprietos.
No hay que olvidar que, además de todas nuestras limitaciones,
el mar tiene sus propias reglas y un comportamiento caprichoso que
puede sorprender al m*s experimentado marino o buceador. Un cambio
de tiempo repentino, una corriente inesperada, el ataque de un animal,
un descenso brusco de la temperatura, mala visibilidad...y de repente
nos encontramos con un problema con el que no contábamos.
Cualquier fallo en el equipo o una inadecuada planificación,
y la situación se agravará hasta poner en peligro
nuestra seguridad.
Conviene, entonces, que cada vez que vayamos a sumergirnos repasemos,
como si fuéramos un principiante, cada detalle de nuestro
equipo y de lo que debemos hacer en la inmersión, pero una
vez dentro, aprovecharemos nuestra experiencia para disfrutar de
nuestra inmersión aleteando tranquilos como si fuéramos
uno de los preciosos habitantes de las profundidades.
Javier Salaberria
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