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Fronteras submarinas


 

Argentina ha propuesto a la ONU una negociación con Londres sobre las Malvinas. ¿Por qué ahora? Porque el Reino Unido ha decidido hacer prospecciones en la plataforma continental de las islas buscando gas y petróleo. Argentina ha aprovechado para volver a reivindicar su soberanía en las islas y se ha buscado apoyos en América Latina. Sin embargo, la presidenta Cristina Fernández descartó cualquier bloqueo marítimo para impedir los trabajos de las compañías británicas. Fernández dijo algo sensato y gracioso a la vez: "En esto vamos a ser irrestrictos porque lo único que no se puede hacer con un caníbal es comérselo". Por su parte, los británicos hacen honor a su flema diciendo “no pasa nada” pero por si acaso envían una fragata y un submarino, como “relevo rutinario de la tropa”. No muy lejos de allí, la controversia de delimitación marítima entre Chile y el Perú continúa su larga saga de desencuentros. El conflicto afecta a la soberanía sobre una zona de unos 37.900 km_ en el océano Pacífico. La tesis peruana dice que el límite marítimo entre ambos países estaría aún sin determinar. Por su parte, la tesis chilena sostiene que no hay temas limítrofes pendientes con el Perú, ya que existen tratados internacionales vigentes sobre la materia. Pero semejante pedazo de mar da para mucha pesca. Cruzando el charco nos encontramos a España reclamando 200.000 Km2 de fondos marinos alrededor de Canarias. Casualmente pueden estar también ocultando yacimientos de petróleo y gas, muy adecuados para mejorar nuestras reservas pero poco adecuados para reducir emisiones a la atmósfera. La ONU pide a cambio que, al menos, se cubran las apariencias justificando un interés “científico”. Dicho y hecho: ¡toda la flota oceanográfica a Canarias! El Sarmiento de Gamboa, el Hespérides y el Miguel Oliver a la conquista de los fondos submarinos. Por no hablar de los rusos plantando su banderita en los fríos fondos submarinos árticos. Este repentino interés por los fondos oceánicos y sus recursos no suele ir acompañado de una reflexión sobre lo que realmente queremos hacer con el futuro del planeta. Parece más de lo mismo; una nueva disputa colonial, propia de siglos pasados, para apropiarse de los recursos naturales. No parece preocupar mucho el impacto de nuestras actividades allí donde nadie puede ver lo que hacemos. Además, no son los estados sino las compañías multinacionales las que al final explotan los recursos. Unas compañías que, a pesar de tener un origen nacional, son propiedades anónimas cuyas lealtades están ligadas al capital, a los beneficios y a su cotización bursátil. Siempre que buceamos nos parece que el fondo del mar es del que lo está admirando en ese momento. Siempre tenemos la sensación de que nos pertenece, estemos donde estemos, ya que formamos parte de él. Esa experiencia no la produce sólo el hecho de encontrarnos ligados emocionalmente y corporalmente al azul, sino la visión de que sea en el Caribe, en el Pacífico, en el Índico, en el Mediterráneo o en el Cantábrico, la mar es nuestra vieja amiga, es la misma, tiene el mismo lenguaje, las mismas caricias y golpes, aunque se vista diferente y sea más o menos cálida. Si en ese instante mágico, entre los arrecifes, nos encontráramos con un letrero que pusiese: “Bienvenido a la República de Banania, por favor muestre su identificación a la cámara subacuática” se nos rompería el alma; de risa o de tristeza. No podemos imaginar en las profundidades más fronteras que las que marca nuestro profundímetro.


 
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