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El volcán



Escuché hace poco en una tertulia radiofónica que en realidad estamos como hace siglos: somos los siervos de la gleba de los mercados; tenemoas un desarrollo tecnológico inmaduro que está destruyendo el planeta; hambrunas, plagas y guerras azotan a gran parte de la población; el analfabetismo y la pobreza están presentes en la mayor parte del mundo; y por si esto fuera poco, seguimos dependiendo totalmente de los elementos: terremotos, maremotos, inundaciones, incendios...y ahora también volcanes.

El vulcanismo es uno de los atractivos principales de Canarias. De hecho, más de uno se puso a dar palmadas cuando se pensó que el nacimiento de un nuevo volcán en El Hierro sería un reclamo turístico seguro que aportaría beneficios económicos añadidos a los que los propios fondos marinos privilegiados de la isla están aportando desde hace tiempo.

Pero olvidaron un detalle: los volcanes no tienen sentido de la oportunidad. Así que las emanaciones de gases y lava lejos de suponer un bello espectáculo de fuegos artificiales acabaron mostrándose como lo que realmente son: una fuerza imprevisible de la naturaleza que amenaza la supervivencia de todo lo que le rodea.
El parque temático volcánico que algunos estaban ya empezando a barruntar tendrá que esperar, pero mientras tanto los fondos marinos se degradan cada día que pasa y el buceo en la isla corre el riesgo de quedar sepultado bajo los sedimentos vomitados por esa úlcera hirviente escondida entre las misteriosas fosas marinas.

Si por lo menos hubiera surgido una nueva isla en la mitad del océano, podríamos soñar con visitarla algún día y, de paso, llevar allí a visitantes curiosos que reactivaran la paralizada economía de la Restinga. Si el volcán hubiera nacido a 20 metros de profundidad y aceptara visitas subacuáticas, sustituiríamos corales por coladas y meros por piedra pómez. Pero hasta en eso hemos tenido mala suerte y a 300 metros de profundidad sólo los robots pueden adentrarse a tomar imágenes del acontecimiento submarino del año. Con un diámetro en la base de 700 metros, una altura de 100 metros y un cráter de unos 120 metros de anchura, ese volcán hubiera sido la vedette submarina más cotizada del mundo. Pero lástima de profundidad...

Podemos consolarnos pensando que, al menos, la Restinga no ha acabado como Pompeya, y que el volcán ha respetado a las personas y a sus pertenencias. Pero la pregunta del millón es ¿hasta cuándo?
Consolémonos también en nombre de la ciencia, y en concreto de la Oceanografía española.
Es la primera vez que se cartografía directamente el nacimiento de un volcán submarino. Un equipo de científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha sido el que ha localizado y cartografiado los focos de la erupción durante la misión científica que, desde el pasado 23 de octubre, están desarrollando en la zona a bordo del buque Ramón Margalef.

El equipo científico, dirigido por Juan Acosta y Francisco Sánchez, además de dar con el cráter, mediante la utilización de ecosondas de mayor frecuencia, ha sido capaz de localizar las columnas de gases y fluidos que emite el volcán y otros puntos de emisión (fisuras).
Los autores del hallazgo destacan que es el primero que se consigue en estas condiciones en todo el mundo, dado que se ha investigado el volcán y las actividades volcánicas asociadas en el momento óptimo de su actividad eruptiva sobre el fondo. Esta temprana localización y caracterización del fenómeno volcánico permitirá estudiar la evolución temporal de estos fenómenos y facilitará la interpretación y conocimiento del fenómeno volcánico en las islas.
En la Restinga, al menos, habrán aprendido algo más sobre las fuerzas que gobiernan este mundo.




 
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