La última reflexión

¿Nos echarán de menos esos ojos planos e inexpresivos? ¿Estarán deseando que se enfríen las aguas para que desaparezcamos como la plaga de curiosos más estresante de los últimos tiempos? Igual se han acostumbrado a nuestra presencia e incluso puede que algunos se alimenten de los microorganismos que levantamos con nuestras aletas, así que con el tiempo formaremos parte de alguna extraña simbiosis, como las habituales colaboraciones entre diversas especies: unas se desparasitan y las otras se alimentan con esos parásitos. De hecho, muchas especies empiezan a prosperar gracias a la presencia humana. Normalmente son aquellas que no están entre nuestras preferencias gastronómicas o estéticas. Viven de lo que nosotros despreciamos o de lo que producimos en exceso. También las hay que nos deben el favor de haber acabado con sus depredadores, como las medusas, aunque no nos pagan con ninguna contrapartida, por lo que deberemos redefinir nuestra relación con ellas: quizás podamos utilizarlas para algún fin farmacéutico o cosmético.

Si la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, podíamos decir algo parecido de la biomasa, con la excepción de los biocidas o las bombas de neutrones. De hecho, lo que nosotros llamamos contaminación, es una alteración afortunada para muchos organismos que lo celebran reproduciéndose alegremente y destruyendo a otros que quizás nos fueran más útiles. De ese modo el planeta regula su equilibrio biológico. Pongamos como ecuación la siguiente secuencia: hombre mata ranas, mosquitos felices se multiplican y propagan más enfermedades, enfermedades matan hombres, ranas vuelven a respirar y ahora tienen más comida que nunca, ranas prosperan hasta que desciende la comida y todo vuelve a su orden. No siempre sucede esto. A veces una especie acaba por colonizarlo todo destruyendo a la competencia. Pero raramente hay una especie que no encuentre su regulador biológico, su competidor. En el caso de ser humano, desgraciadamente él es su propio regulador: injusticias, guerras, destrucción de su ecosistema y agotamiento de sus fuentes energéticas, desastres tecnológicos y amenazas biológicas y químicas, etc. Somos uno de los elementos más activos en la evolución actual del planeta. Pero quizás controlemos mucho menos de lo que creemos el proceso final de transformación. Igual lo que creamos no es una naturaleza domesticada, atractiva y productiva, sino un monstruo incontrolable, agresivo y depredador de nuestra propia supervivencia.

Estamos modificando el trabajo de otro y no controlamos todas las variables y trampas que hay en su delicada y genial ingeniería global. La Mente que ha diseñado este mecanismo vivo no lo ha hecho en base a la suma de pequeños pensamientos parciales, ni con el fin de darle un servicio ilimitado al ser humano sino, más bien, con un propósito de autosuficiencia y perdurabilidad ilimitada y una visión integradora de cada una de sus partes que evolucionan por si mismas pero en armonía con el resto. ¿Cuándo aprenderemos que no somos sólo los observadores y manipuladores del experimento sino que formamos parte de él?
Quizás necesitemos un par de meses de descanso para reflexionar sobre ello.


Javier Salaberria


 
Copyright (c) 2001 BUCEO XXI - S.G.I. Asociados - Todos los derechos reservados