Se ha acabado la era del petróleo

Escribo estas líneas “el día sin coches”. Espero que algún día también celebremos “el día sin guerras”. “Se ha acabado la era del petróleo” decía en diciembre de 2003 The Economist. La cuestión es saber en qué época hemos entrado. Dicen que el petróleo barato se ha acabado porque, en primer lugar, cada vez hay menos crudo. Cálculos políticos optimistas estiman que no habrá problemas de abastecimiento hasta el 2030. Otros cálculos geológicos, más realistas, dicen que para el 2020 comenzarán a secarse los pozos. En segundo lugar, la demanda se dispara con la entrada de China, junto con otras economías emergentes, en la vorágine del desarrollismo. Hablar de 17 años de margen es hablar de mañana por la mañana, no de ciencia ficción. ¿Qué ha cambiado en materia energética en las últimas décadas? Parece que vamos más lento de lo que deberíamos. Como botón de muestra de algunos avances, en este número de BUCEO XXI asoman dos ejemplos de alternativas: Solemar, el primer barco comercial propulsado por energía solar, y las PowerBuoys, unas boyas que transforman la energía de las olas en energía eléctrica. El contrapunto lo pone un reportaje sobre los planes de Repsol para Canarias.

El problema de la energía unido al de la explotación de las materias primas y la destrucción del medio ambiente son la “madre de todos los problemas” ya que están en la base de la inmensa mayoría de los conflictos y desgracias que asolan el planeta en nuestros días: la injusta distribución de la riqueza, las guerras y hambrunas, los desastres ecológicos, el cambio climático, etc. El modelo energético actual es hijo del modelo económico capitalista, ya sea “neo-liberal” o “estatalista”. Es un modelo autodenominado estructuralista, técnico-científico y racionalista que, paradójicamente, esconde una realidad desestructurada, especulativa, ficticia e irracional. Algo que tiene que ver mucho más con la mitología que con la ciencia. Una mitología que ha sustituido a los antiguos dioses del Olimpo por unas extrañas “Fuerzas de Mercado” . Dichas fuerzas se aplacan con sangrantes sacrificios humanos en sus altares, como los de Somalia, Irak, Palestina o Chechenia, por citar sólo algunos.

Bien, admitamos que el capitalismo es un error descomunal que ya no tiene remedio y que camina a velocidades gigantescas a su autodestrucción. ¿Cómo podemos ponernos a salvo del desastre que se avecina? La solución es estar situado lo más alejado posible del núcleo cuando éste estalle. Y el núcleo es energía-materias primas-finanzas-dependencia tecnológica. En otras palabras, hay que ser tecnológica y energéticamente autónomo y disponer de riqueza real, materias primas y activos propios con los que comerciar, financiarse y autoabastecerse. ¿No eran así todas las sociedades humanas en sus orígenes? La lógica de estas sociedades naturales era conservar el medio en el que se desarrollaban y del que dependían por completo. Este era un conocimiento racional, estructurado y técnico-científico que tenía en cuenta la humanidad del proyecto, su dimensión social, por encima de las ocurrencias y ambiciones de los individuos aislados. Un proyecto que se inspiraba en la naturaleza y no conspiraba para apropiarse de ella. La leyenda del Anillo Único es la base ideológica del capitalismo: un sistema perfecto que controla la creación entera y la pone al servicio de una voluntad particular. Para conseguir ese anillo, todo vale. ¿Quién es ese héroe verdadero que puede tener el anillo en sus manos y no sucumbir a la tentación de usarlo para satisfacer sus propios intereses? ¿Cuándo se esclaviza más un hombre: cuando decide resignarse a las limitaciones de su propia naturaleza o cuando, por escapar de ellas, se somete a una estructura artificial controlada por otros hombres?
La lucha por conseguir el Anillo Único va a concluir con su destrucción por parte de las propias Fuerzas de Mercado que crearon la leyenda.

El petróleo es fácil de controlar, aunque para ello haya que sacrificar a miles de inocentes. El sol y las olas no tanto. Por eso, precisamente por eso, tienen mucho más futuro en la nueva era que se avecina. Se ha acabado la Era del Petróleo. Comienza la Era del Regreso. No se trata de una regresión, no, sino de retornar a los orígenes con el bagaje de cientos de años de innovación tecnológica y científica. También con una gran moraleja aprendida. ¡Quiero ser optimista!



Javier Salaberria


 
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