Privilegiados


Cuando el Premio Nobel de la Paz y Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, Al Gore, ha dicho que el Cambio Global no es un asunto político, económico o científico, sino un asunto moral, que nos afecta a todos y cada uno de los seres humanos de este planeta, a los actuales y a los futuros, creo que ha dicho una verdad como un templo, una verdad muy incómoda pero oportuna. Estamos hablando de un asunto ético que es universal. En el fondo nos está diciéndonos a todos: no eches balones fuera porque tú también tiene una responsabilidad respecto al planeta del que tanto has obtenido. Para que todos los habitantes del globo alcanzaran tu nivel de viada, se necesitarían tres planetas tan ricos en recursos como la Tierra.

Está claro que nunca podremos pagar esta factura. Está claro que, a menos que hagamos una emigración solidaria hacia el sur, no es justo que vivamos como lo hacemos. Ellos tienen razón en venir aquí a recoger la parte del planeta que les corresponde y que guardamos en nuestras despensas. Pero también está claro que hay una Justicia, antes llamada Divina y ahora llamada Natural, que acaba por redistribuirlo todo equitativamente; si bien no al gusto de todos, sí con una sabia equidad sobrehumana desprovista de sentimentalismos y de partidismos.

Si el ser humano ha aprendido algo de la era atómica, es que el armamento nuclear no respeta bloques, fronteras ni tratados y, en un hipotético conflicto, sembraría el horror y la muerte por igual en todos los países, implicados o no. En la guerra nuclear, la única victoria posible es no iniciarla.

La lección del Cambio Global es semejante, un epílogo a la lección atómica: lo que afecte al planeta afectará a todos: ricos y pobres, Norte y Sur, creyentes y ateos…Nadie se salvará y nadie podrá esconderse en un refugio seguro.

Los buceadores, somos doblemente afortunados. Pertenecemos a una minoría que vive por encima de la sostenibilidad planetaria, y somos una minoría dentro de esa minoría ya que sólo unos pocos privilegiados de nuestra opulenta sociedad bucean. Para colmo, los mejores destinos de buceo están situados en el sur, dentro de las fronteras del subdesarrollo. El buceo se practica en algunas burbujas prósperas creadas por el turismo que están rodeas de pobreza, guerras, explotación y tiranía.

Pero al igual que los héroes dotados de alguna espectacular habilidad especial, un don divino, una mutante ventaja evolutiva, tienen una responsabilidad respecto a sus privilegios; nosotros, buceadores, tenemos también una responsabilidad respecto a nuestros privilegios.

No podemos imaginar a Superman utilizando sus poderes para montar un parque temático, a Spiderman forrándose con la industria armamentística o a Hiro Nakamura (de la serie Héroes) utilizando su capacidad de viajar en el tiempo sólo para acertar la primitiva. Todos ellos tienen una misión: salvar el planeta. La nuestra, a pesar de no manifestarse de forma tan espectacular, no dista tanto en su razón de ser.

Como ocurre con los superhéroes, nosotros tenemos un don, la posibilidad de visitar los fondos marinos e interactuar con ellos. Nuestra misión es, consecuentemente, protegerlos de sus amenazas. Amenazas que también lo son para el resto del planeta ya que los océanos representan las 3/4 partes del planeta y encierran el mayor porcentaje de su biomasa.

La única posibilidad moral de justificar nuestros “poderes” es emplearlos en algo que sea útil para todos los seres humanos y para la naturaleza.

Si dejamos de hacer las cosas por puro hedonismo, no sólo contribuiremos a salvar la vida de este fascinante y único planeta, dejaremos de ser acomodados o pudientes para comenzar a ser verdaderamente ricos.

 

Javier Salaberria


 
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