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Enseñar, entender, amar y conservar


Un un discurso realizado en 1968 por el ambientalista senegalés Baba Dioum para la asamblea general de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, reunida en Nueva Delhi, incluyó una frase que condensa mejor que ninguna toda una declaración de principios para la conservación de la biodiversidad y la protección del medio ambiente: "Al final conservaremos sólo lo que amemos; y amaremos sólo lo que entendamos; y entenderemos sólo lo que nos hayan enseñado". Entonces él tenía treinta años; ahora tendrá unos 70. Estudió ecología en la Escuela Nacional de Aguas y Bosques de Nancy (Francia) donde recibió la licenciatura de Ingeniero de Bosques. Desde entonces su carrera se ha centrado en asuntos medioambientales de África, incluyendo conservación, agua y política agraria.

La educación es la herramienta fundamental para lograr un cambio de actitud y la adquisición de nuevos valores individuales y sociales con respecto al medio ambiente. Con el fin de construir una nueva cultura basada en valores de respeto a la naturaleza, en una ética ambiental, el ser humano debe construir cimientos sólidos que se fundamentan en la divulgación popular del conocimiento de la biodiversidad. Así la “Bioalfabetización", proceso de aprendizaje vivencial a través del tiempo, que permite al individuo valorar la biodiversidad, adoptar una ética de respeto a la vida y asumir su responsabilidad en el manejo y conservación de todos los seres vivos y sus ecosistemas, promoverá cambios de conducta que favorezcan una relación armoniosa con la naturaleza para un desarrollo humano sostenible. Esa es, al menos, la teoría.

Lo que sucede es que tenemos el corazón partido. Amamos cosas aparentemente contrapuestas, bienes que se nos han enseñado y hemos entendido como antagónicos: el desarrollo económico, el bienestar y la seguridad, el progreso, la cultura global...Pero también amamos la tradición, queremos conservar nuestras raíces, y nuestro entorno natural. Lo queremos todo, sin sacrificios. Queremos adelgazar, sin dejar de comer. Queremos aprender un idioma con 1.000 palabras o cómodamente desde nuestro ordenador, sin profesores, exámenes, ni viajes al extranjero. Queremos hacer ejercicio con una consola wifi, sin desplazarnos siquiera hasta un gimnasio. Queremos abdominales de modelo sin sudar, con un vibrador que nos mueve los michelines mientras vemos la tele. Y queremos que las pastillas nos eliminen la ansiedad y nuestra adicción al tabaco.

Me estaré haciendo mayor, pero yo todavía fui educado en los valores del sacrificio y del esfuerzo. Y eso es precisamente la pócima que puede conjugar nuestros amores. No va ha ser posible tenerlo todo: un mundo impoluto y un mundo hiperdesarrollado. Al menos no tal y como nos desarrollamos ahora. Habrá que sacrificar algunas cosas. Habrá que esforzarse mucho más. Pero siempre todo sacrificio y esfuerzo tiene su recompensa.

Quizás, además de enseñar a nuestros retoños lo maravilloso y fascinante que es el mundo natural que les rodea, debemos enseñarles también a esforzarse, sacrificarse y privarse de algunos caprichos. Debemos enseñarles a entender la austeridad, la sencillez, la paciencia, la constancia y la solidaridad... Así les daremos un regalo inmenso: les libraremos de acabar siendo unos esclavos de su ego.

 

Javier Salaberria


 
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