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La muerte dulce


Han pasado ya 20 años -cómo pasa el tiempo- desde que se estrenara El Gran Azul (Le Grand Blue) de Luc Besson. Creo que toda una generación de buceadores quedo tocada por esta película que además de sus valores cinematográficos aportó una nueva visión del mundo del buceo y de las profundidades marinas. Fue el mayor éxito comercial cinematográfico del cine francés de los 80 y permaneció en cartelera cerca de un año en nuestro vecino país. Aunque la historia era ficción, estaba basada en las vidas de dos famosos apneístas: Jaques Mayol y Enzo Maiorca. Ninguno de los ha muerto buceando como sugiere la cinta -de hecho Enzo sigue vivo, que yo sepa- pero probablemente no les hubiera disgustado la idea.
En la película, cuando tras fracasar en su intento de batir una marca Enzo sube muy tocado a la superficie, mantiene la siguiente conversación desde el agua con Jacques:
-Tenías razón
-¿A cerca de qué?
-Allí abajo se está mucho mejor...Es un lugar mejor
-No
-Lánzame otra vez al agua
-No, no puedo
-Jaques...devuélveme abajo, por favor...

¿Qué ocurrirá en el momento en el que un apneísta sufre un Black Out allí abajo en medio de esa paz, de ese silencio armonioso de las profundidades? Quizás se presente un delfín luminoso que les conduzca hacia otra dimensión sin saber que acaban de morir ahogados. El hecho demostrado es que no son conscientes de su muerte, que se ahogan después de desvanecerse y que, por lo tanto, no sufren la angustia del que se queda sin aire. Es más, dicen que el rostro de estos ahogados está relajado e incluso “feliz”. Y uno piensa que no es para menos, ya que de todas las muertes posibles, esta debe ser una de las más dulces, en uno de los mejores lugares del mundo.
En otro momento de la película Jaques conversa con su novia, Johanna:
-Dime algo más
-Es difícil ¿sabes? No se qué más decir. Tú estás tan lejos
-Cuéntame un cuento
-¿Un cuento?... ¿Sabes cómo es, qué se supone que hay que hacer cuando te encuentras con una sirena?
-No
-Bajas hasta el fondo del mar, donde el agua ya ni siquiera es azul, donde el cielo es sólo un recuerdo, y flotas allí en el silencio. Y permaneces allí y decides que morirías por ello. Sólo entonces comienzan a surgir. Ellas se acercan y te saludan y juzgan el amor que tienes por ellas. Si es sincero, si es puro, permanecerán contigo y te llevarán con ellas para siempre...
-Me gusta esa historia.

Yo no he visto nunca una sirena allí abajo, quizás porque aun no tenga tanta entrega como la que demuestran estos hombres y mujeres que han dejado literalmente sus vidas en ese afán de perseguir el misterio del abismo y fundirse con él de un modo físico y espiritual. Pero les envidio. El fondo del océano es el alma de este mundo: secreta, primordial, origen de toda vida...Si enferma, todo enfermará; si se pierde, todo se habrá perdido.
Cuando uno está en el fondo, suspendido, inmóvil, tan relajado que ni siquiera siente la necesidad de respirar, por un instante creo que disfruta de lo que probablemente ocurra tras la muerte: pura presencia sin corporeidad. Quizás eso hace que nos cueste tener que empezar a subir para tomar aire de nuevo. Allí arriba todo resulta más difícil, somos más pesados, más torpes, sentimos más la esclavitud de nuestro cuerpo.
Por eso no me extrañaría nada que muchos de los ahogados cuando practicaban apnea, en realidad no hayan sido víctimas de una imprudencia, sino de un extraño y súbito ataque de plenitud.

Javier Salaberria


 
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