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Una gota de esperanza



Una gota de esperanza en un océano más grande que nunca es la lucha por salvar nuestro planeta de la usura. La búsqueda del lucro desmedido, provocada por la enfermiza y desmedida codicia materialista, es la enfermedad de nuestra especie. Si queremos continuar poblando este mundo, tal y como lo conocemos, tenemos que unirnos y pensar que de nada nos servirá nuestra religión o nuestra posición social, la raza, las fronteras y los ejércitos contra este mal global.

A pesar de todo, creo que el siguiente dilema al que nos deberíamos enfrentar tiene un calado mucho más profundo. No podemos pensar sólo en nuestro placer a la hora de afrontar la relación con el mar y sus criaturas. Ese punto de vista es tan miope como el que ha llevado a los pescadores a su situación actual. Si la lógica epicúrea y su consecuencia comercial se adueña del buceo, éste formará parte de las actividades dañinas para el mar en el próximo siglo.

La fascinación por el mar, da paso al desasosiego cuando las noticias y los reportajes se refieren a la acción del hombre sobre el medio natural, es particular sobre los recursos marinos. No hay día en que no tengamos que hablar de abusos, codicia, ignorancia, desastres y calamidades. No hay mes en el que dejemos de cuestionarnos el futuro de la vida en el mar, que es tanto como cuestionarse el futuro de la vida en el planeta. ¿Qué debería suceder para que las personas con capacidad de decisión actúen para frenar esta sinrazón destructiva?¿Qué opinión tendrán nuestros nietos cuando estudien en sus libros de biología que los corales y todos sus frágiles ecosistemas desaparecieron del planeta a mediados del siglo XXI por culpa de una civilización devoradora e insatisfecha?

Dicen que no aprecias lo que tienes hasta que lo pierdes. En parte es cierto, pero no es necesario esperar para que suceda. Simplemente hay que detenerse un instante y reflexionar, algo para lo que estamos especialmente dotados todos los seres humanos ya que es parte de nuestro equipamiento en serie.

Tenemos una responsabilidad hacia ese otro mundo, que nos atrapa
con su encanto y su misterio, se goza placidamente en algo que crees
que te pertenece, pero no es así, el mar no tiene dueño, nada ni
nadie lo puede conquistar.
Hace falta que nos cuestionemos: ¿Merece la pena conservarlo?

En francés, inglés, español, ruso ó alemán, sus proclamas ecologistas fueron pregonadas por los siete mares“Probablemente se ha hecho más daño a la Tierra en el siglo XX que en toda la historia anterior de la humanidad” aseveró el capitán de los océanos, visionario del cambio climático.

Cousteau


 
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