Joseph Garner, profesor asociado de ciencias animales, ha desarrollado
unas pruebas que demuestra que el goldfish, pececillo de colores
de las peceras, siente dolor y sus reacciones a él son parecidas
a las de los humanos. Un documento que detalla el descubrimiento
fue publicado en la versión electrónica de la revista
Applied Animal Behaviour Science. “Se ha hecho un esfuerzo
para demostrar que las reacciones de los peces ante una situación
de estrés eran meramente reflejas, pero que no sentían
dolor” dice Garner. “Queríamos ver si los peces
respondían ante potenciales estimulaciones del dolor de forma
refleja o de una forma más inteligente”.
¿Actos
reflejos o conscientes?
Garner y Janicke Nordgreen, una estudiante de doctorado de la Escuela
Noruega de Veterinaria, acoplaron unos pequeños calentadores
a unos goldfish y poco a poco aumentaron la temperatura. Los calentadores
estaban diseñados con sensores de seguridad que evitaban
dañar los tejidos del pez. La mitad de los peces fueron tratados
con morfina y a la otra mitad con un salino. Los investigadores
creían que aquellos que recibían morfina podrían
resistir temperaturas más altas antes de reaccionar si eran
capaces de sentir dolor. Sin embargo ambos grupos mostraron una
respuesta ante la misma temperatura. Eso les llevó a pensar
que se trataban de actos reflejos más que una reacción
cognitiva ante el dolor. Tras una detenida observación, sin
embargo, se dieron cuenta de que cada grupo tenía diferentes
comportamientos. Los peces con morfina actuaban como siempre lo
hacían “nadando y siendo peces”, dijo Garner.
Pero el pez que había tomado el salino, aunque habían
respondido lo mismo en las pruebas, después actuaban de forma
diferente. Actuaban con comportamientos defensivos que indicaban
alerta, miedo y ansiedad. Esto demuestra que los peces son capaces
de sentir ambos tipos de dolores: reflejo y cognitivo. “El
experimento demuestra que los peces no sólo responden a los
estímulos de dolor de forma refleja, sino que cambian de
comportamiento después del estímulo” añade
Nordgreen. La morfina hace desaparecer el dolor
Pero no los actos reflejos del animal ante el estímulo del
calor no se anulan, o la morfina sólo anula el dolor pero
no una sensación de estímulo inusual. Eso nos pasa
también a nosotros cuando tratamos un dolor de cabeza con
una aspirina: el dolor desaparece pero no los demás síntomas
que hacen que sigas sintiendo esa molestia aunque no te duela.
En el caso de los peces que sintieron el dolor, dos horas después
habían transformado ese dolor en ansiedad y miedo, como lo
haríamos nosotros. “A mi eso me parece horrorosamente
parecido a cómo nosotros sentimos el dolor” concluye
Nordgreen.
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