Esas
células llamadas fotóforos, del tamaño de un
puño, emiten una luz muy clara que les sirve para cazar,
camuflarse y llamar la atención del sexo opuesto en la fase
reproductora. Es probable que cuando llega el momento de copular
en las fosas abisales, todos los calamares iluminen la escena en
la profunda oscuridad marina», señala Kegel. Los calamares
gigantes siguen rodeados de leyenda, en gran parte debido al desconocimiento
que se tiene de ellos. Las profundidades a las que viven hacen imposible,
de momento, su investigación. Pero existir, existen. Pruebas
de ello hay muchas. La única imagen lograda de estos seres
míticos en su medio
se tomó por un equipo de investigadores japoneses que logró
enganchar a uno en su cebo, una potera grande, mientras la cámara
consiguió una secuencia de imágenes de vídeo.
Al final, el ejemplar prefirió perder un tentáculo
para liberarse. Izada la extremidad a la superficie, su dimensión
permitió conocer su tamaño: más de 17 metros.
Las ventosas tenían el tamaño de un huevo. Según
se observa en las fotos, el calamar atrapado disparó de forma
trepidante sus células luminiscentes para zafarse del anzuelo
agresor. El más grande que se conserva tiene 17 metros y
está en un oceanográfico de EEUU. En España
también existen, aunque son más pequeños. Luarca
mantiene un museo dedicado específicamente a Peludín,
el nombre común que se da a esto seres en Asturias, porque
cuando se empieza a descomponer la carne, se convierte en una especie
de barba.
Fantasmas marinos
Muertos, los calamares gigantes son muy feos. Nada que ver con la
vistosidad de su piel y la capacidad de cambiar de colores y hacerse
transparentes en un instante. Quienes pescan calamares conocen esa
transformación en fantasmas marinos con dos enormes ojos.
Hay más de 750 especies de calamares, aunque la gente apenas
distinga entre pulpo y calamar. Y otras muchas que todaví a
no se han descrito para la ciencia. La leyenda de Kraken, el mítico
calamar gigante capaz de mantener una pelea a vida o muerte con
un cachalote, nace precisamente de ese gigante capaz de envolver
con sus tentáculos un pesquero y sumergirlo en las profundidades.
Hay uno especialmente gigante, el calamar coloso ('Mesonychoteuthis
hamiltoni') que vive en el Hemisferio sur en el océano Antártico
y es el protagonista de la novela de Kegel. El más grande
nunca visto, con 20 metros y de un color rojo intenso, emerge en
la playa de Kaikoura y se merienda un delfín a la vista de
todos y al día siguiente a un buceador. El thriller científico-ecologista
de Kegel hace emerger a la superficie a las criaturas abisales a
consecuencia de un maremoto que lleva hasta la playa a estos moluscos
sin concha. Es sólo una excusa para denunciar que cada día
aparecen más calamares gigantes a consecuencia de que las
redes de arrastre llegan cada vez a mayor profundidad. La culpa
también la tienen los sónares de los buques militares,
de prospección petrolífera y los oceanográficos,
que causan la muerte de estas y otras especies. El buque español
Hespérides provocó varios casos en 2003 frente a Asturias.
Ahora, sus viscosos e inertes cuerpos se pueden ver en formol en
el Aula del Mar de Luarca.
|