
El Instituto Nacional de Antropología e Historia de México
informó, en febrero de este año, que la compañía
Odyssey Marine Exploration realizó en 2008 la segunda petición
para intentar rastrear la nave Nuestra Señora del Juncal,
un galeón de una flora de Nueva España que naufragó
en 1631 en la llamada sonda de Campeche. Los proyectos de la compañía
no cumplen los requisitos de investigación arqueológica
en México, según el instituto. El INAH añadió
que la nave Nuestra Señora del Juncal "siempre ha estado
en la mira de los cazadores de tesoros". Odyssey hizo en 2006
la primera petición a México para poder buscar la
nave en aguas mexicanas. El organismo refirió que el 14 de
octubre de 1631, del puerto de la Villa Rica de la Veracruz, zarpó
rumbo a España la flota anual de Felipe IV con 19 embarcaciones
que llevaban a bordo bienes obtenidos por los ministros del rey
para alimentario al Imperio Español.
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Ya casi no quedan fuerzas para arrojar nada por la borda. Después
de más de una semana achicando agua, cubo a cubo, en turnos
de mañana, tarde y noche, los tripulantes del Nuestra Señora
del Juncal reciben la orden de su capitán de lanzar al mar
las piezas de artillería. No hay tiempo que perder. En medio
de una ingobernable tempestad, los cañones de bronce y las
culebrinas comienzan a ser engullidos por las olas. Después
vendrán las cajas con la mercancía, y no sólo
las que esconden el millón de pesos en plata y reales. Uno
tras otro son tirados al mar los cajones repletos de chocolate -el
oro negro de la época- y de los tintes con los que debían
vestirse los nobles de media Europa. Todo con tal de dejar la nave
en los huesos. Sin embargo, cuando el contramaestre Francisco Granillo
asoma sus narices por la bodega del barco comprende que ya es inútil.
La inundación alcanza los dos metros, y el agua “ya
la tenían hasta los baos”, las traviesas que cruzan
de babor a estribor. El buzo ha regresado a cubierta cabizbajo,
incapaz de reparar la proa, y ya sólo quedan dos opciones.
La primera es cortar el mástil mayor. La segunda, encomendarse
a Dios.

271
muertos
En ésas estaban Luna y Arellano, el almirante Lobo y el puñado
de nobles que viajaban en el galeón. Mientras el resto de
la tripulación se afanaba en cubierta en salvar la nave,
ellos se retiraron a sus camarotes a rezar. Mala elección.
En la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre de 1631 la nao se
abrió por la proa y se fue a pique. Fueron los primeros en
hundirse. Sólo 39 de los 300 tripulantes se salvaron. Ningún
ricohombre entre ellos. Así termina la trágica historia
de la flota de la Nueva España de 1630-1631, la mayor expedición
de la época que debía llegar a la Península,
y que acabó rendida ante una devastadora tormenta. Además
del «Nuestra Señora del Juncal» naufragaron el
otro barco insignia, el «Santa Teresa», y uno de los
11 navíos mercantes, la nao «San Antonio». El
resto pudo regresar, maltrecho, a la costa mexicana.
1.077.840 pesos
La codicia de Odyssey es comprensible. En las tripas del galeón
se escondían 1.077.840 pesos -el mayor cargamento de aquellos
años- que la arruinada Corona española aguardaba como
agua de mayo para enderezar la costosa guerra de los Países
Bajos. No es de extrañar la desolación del virrey
de la Nueva España, el marqués de Cerralbo, al conocer
el destino de la escuadra. «Se ha perdido la flota más
rica que hasta ahora ha salido del Nuevo Mundo», escribió.
Perder este crédito a fondo perdido para la campaña
de Flandes fue un desastre para Felipe IV y supuso la ruina para
muchos comerciantes, porque no pudieron cumplir los encargos que
tenían. En realidad, España estuvo ¡siete años!
sin recibir un solo barco desde México. El anterior intento
de llevar a la Península los fondos para la guerra de los
Países Bajos fue frustrado en 1628 por piratas holandeses,
que destruyeron la flota frente a Cuba. Hasta 1633 no se pudo armar
otra y llevarla a España.
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