Los
corales son animales invertebrados pertenecientes al filum Cnidaria,
al igual que las medusas, anémonas, plumas de mar e hidrozoos.
Forman las estructuras denominadas arrecifes coralinos, las estructuras
más grandes creadas jamás por animales, visibles incluso
desde el espacio. Siendo uno de los ecosistemas más antiguos
y biológicamente más diversos de la Tierra,
son esenciales para la vida de este planeta ya que proporcionan
a miles de especies de plantas y animales. Los arrecifes de coral
se encuentran en aguas tropicales, principalmente en el Indo-Pacífico
y en el Caribe, siendo la gran barrera de coral australiana el arrecife
coralino de mayor tamaño del planeta. Debido a su gran diversidad
biológica y a su importancia para el planeta fue declarada
por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1981. La unidad básica
del coral es el pólipo, que se agrupan para formar colonias.
Un pólipo es un animal sencillo con el cuerpo en forma de
saco cuyas paredes están formadas por dos capas, la
epidermis y la gastrodermis con la mesoglea entre ambas, que rodean
la cavidad gastrovascular, donde tiene lugar la digestión.
Una de sus principales características de estos animales
es la presencia de cnidoblastos, unas células formadas por
una cápsula en cuyo interior se encuentra un largo tubo filamentoso
urticante muchas veces provisto de estiletes, de tal manera que
cuando la presa roza el cilio de estas células, el tubo salta
y se clava en el cuerpo de su presa liberando el veneno en su interior.
Pero más importante aún es la presencia en sus tejidos
de unas microalgas, las zooxantelas, gracias a las cuales es posible
el desarrollo de esta magníficas estructuras coralinas. Estas
zooxntelas, siendo microalgas, dependen de la presencia de luz para
vivir, por ello estos corales viven en los primeros metros de la
columna de agua.
En
las frías profundidades
Sin embargo existen otro tipo de corales que viven a gran profundidad,
en aguas frías, y que no dependen de la luz para vivir, debido
a que no poseen zooxantelas. Estos corales han sido descubiertos
en los últimos años debido al gran desarrollo tecnológico,
el cual ha permitido a los científicos e investigadores introducir
robots a más de 4000 metros de profundidad, descubriendo
una gran biodiversidad que en muchos casos ha constituido una gran
sorpresa incluso para los propios investigadores. Éste ha
sido el caso de los corales recientemente encontrados en aguas del
Cantábrico. Este hallazgo se ha producido en la primera campaña
llevada a cabo por un equipo mutidisclinar de la Secretaría
General del Mar (SGM) y del Instituto Oceanográfico Español
(IOE), dentro del marco del proyecto Indemares. Su objetivo era
descubrir las características de los ecosistemas y cartografiar
la zona del Cañón de Aviles, que con sus más
de 4800 metros de profundidad es considerado uno de los lugares
más profundos del planeta, el paraíso del desconocido
“Kraken”. En uno de los cañones de la zona de
1,5 km de longitud y 6,1 km de anchura máxima, con unas características
topográficas y de dinámica corrientes muy específicas,
se descubierto a unos 800 m de profundidad un arrecife de corales
de agua fría muy desarrollado y estructurado, el primero
de este tipo que se encuentra en aguas españolas. Las principales
especies que forman este arrecife son Madrepora occula ta
y Lophelia pertusa, acompañadas por otras especies de gorgonias,
antipatarios, esponjas de cristal, equinodermos, cangrejos reales
y peces, formando un ecosistema muy complejo.
Milenarios
Estos arrecifes coralinos de agua fría o de aguas profundas
se desarrollan a gran profundidad, a unos 1000 m de profundidad
a unas temperaturas tan bajas como los 4ºC. Aunque se cree
que existen tantas especies de corales de agua fría como
de aguas tropicales, solo se conocen unas pocas especies que son
capaces de crear grandes arrecifes coralinos. Los arrecifes formados
por estos corales de agua fría se diferencian de los superficiales
tanto estructural como funcionalmente. Hasta ahora el 60% de los
arrecifes profundos han sido encontrados en las cercanías
de cráteres submarinos, por lo que se supone que los corales
obtienen su alimento de los gases expulsados por estos cráteres,
o que al menos existe alguna relación entre estos dos hechos.
Además el crecimiento de estos corales es mucho más
lento del de aquellos superficiales de aguas cálidas, porque
carecen de zooxantelas, esenciales en el crecimiento de estos últimos.
Se estima que el crecimiento de estos arrecifes es de 1 mm al año.
Así se calcula que la edad de alguno de estos arrecifes podría
ser superior a los 10.000 años.
Los corales encontrados en el Cantábrico, los corales blancos
Madrepora occulata y Lophelia pertusa, tienen un límite de
crecimiento de unos 13-13,5ºC. Aunque desconocidos en nuestras
aguas hasta estos momentos, no lo son tanto en otros lugares, como
en Noruega, donde se han encontrado arrecifes de coral de más
de 8000 años de antigüedad. Allí han formado
un gran arrecife, muy cerca de la costa, de varios kilómetros
de longitud y hasta 35 m de altura. Estos arrecifes fueron encontrados
por pescadores hace unos 250 años. Así mismo en los
años 70 también se descubrieron más arrecifes
de este tipo en Irlanda. Actualmente se han encontrado este tipo
de arrecifes por todo el planeta, desde la Antártida al Polo
Norte, formados por diferentes especies, como Madrepora occulata,
Lophelia pertusa (las dos especies más abundantes en el Atlántico
Norte), Oculina varicos, Desmophyllum cristagalli, Solenosmilia
variabilis, etc.
Desaparecidos en el anonimato
La importancia ecológica de estos arrecifes de profundidad
es enorme, ya que sirve de hábitat a gran cantidad de especies
animales que encuentran tanto protección contra los depredadores
como alimento y lugar donde reproducirse y vivir sin grandes peligros.
Sin embargo, a pesar de que su descubrimiento es relativamente reciente,
ya se encuentran en peligro debido al impacto humano. Los diferentes
métodos de pesca de profundidad, principalmente pesca de
arrastre, las explotaciones submarinas de gas y petróleo,
la minería o la instalación de cables entre otras
actividades humanas ponen en peligro la supervivencia de estas estructuras
vivas. Diversas investigaciones han demostrado que muchos de estos
frágiles corales ya han sido rotos por el ser humano, o más
bien, por sus actividades. Así recientes estudios llevados
a cabo en el arrecife encontrado en Noruega, el mayor del planeta
descubierto hasta el momento, ha demostrado que entre 30 y el 50%
de toda el área coralina ha sido dañada por la pesca
comercial. Además la influencia del cambio climático
es mayor en estas zonas, ya que las aguas frías absorben
mayor cantidad de CO2, lo que conlleva el aumento de la acidificación
de esta agua,
impidiendo el crecimiento de los corales. Y si además se
tiene en cuenta la lentísima tasa de crecimiento de estos
animales, su recuperación podría tomar varios cientos
de años, cuando no les lleve a su extinción. Esto
no solo afectaría a las diferentes especies de corales sino
al mismo ecosistema junto a las miles de especies que éste
alberga lo que significaría una gran pérdida de biodiversidad,
desapareciendo especies todavía no descritas por la ciencia
y cuyo valor aún ni se sospecha.
Por ello todos los esfuerzos para proteges estos frágiles
ecosistemas son esenciales. Así en Noruega ya ha sido protegida
parte de estos increíbles ecosistemas, unos 2.000 km2. En
nuestras aguas se están llevando a cabo grandes esfuerzos
para conocer y proteger estos ecosistemas. Sin embargo en el Cantábrico
solo el 1% de su superficie está protegido, siendo las leyes
que protegen estas especies de corales de aguas frías claramente
insuficientes para su conservación. Por ello la realización
de estudios para conocer mejor estas especies y sus hábitats
y la declaración de áreas marinas protegidas son pasos
indispensables para la supervivencia de estos frágiles e
indispensables ecosistemas. Esperemos que no sea demasiado tarde.
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