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BIOLOGIA
El flujo vital del planeta

TEXTO: Mª Victoria Bengoa Dra. Biología


El clima que disfrutamos en nuestras costas, generalmente más suave que en el interior del continente, se lo debemos a la influencia del mar. Pero la influencia del mar no solo se reduce a la franja costera. El clima del continente europeo es mucho más suave y agradable que el correspondiente en la mismas latitudes del continente americano, solo hay que pensar que el norte peninsular está a la misma latitud que Nueva York. Y ello gracias al mar, más exactamente a las corrientes marinas, a la denominada Corriente del Golfo, que trae el calor de las lejanas aguas del Caribe y lo distribuye a lo largo de las costas europeas. Esto influye no solamente en la vida del ser humano, sino en los diversos ecosistemas de las costas europeas, su flora y fauna, es decir, su biodiversidad. Sin embargo, el calentamiento global y el cambio climático podría modificar estos sistemas de corrientes marinas llegando incluso a ralentizar o a parar totalmente las corrientes como la Corriente el Golfo, con sus consiguientes consecuencias que podrían ser catastróficas, como ya ocurrió en el pasado, en la Edad del Hielo.

 

La atmósfera, el clima, no es un sistema aislado, sino que está relacionado con otros sistemas terrestres, como los océanos, la biosfera (animales y vegetales), la pedosfera (suelo) y la litosfera (rocas). Sin embargo, los océanos juegan un papel esencial en el clima, sobre todo las corrientes marinas. Una corriente marina es un movimiento continuo de una masa de agua en los océanos, siendo causados principalmente por la rotación de la Tierra y la fuerza de Coriolis, por los vientos constantes, por la configuración de la costa, por la ubicación de los continentes y por el relieve marino. La estructura de estas corrientes es tridimensional, es decir, no solo se desplazan ya sea por la superficie o por el fondo marino de forma horizontal, sino que se trasladan verticalmente, hundiéndose desde la superficie a los fondos marinos o bien subiendo desde éstos a la superficie. Esto ocurre en los famosos upwelling, es decir, corrientes frías de agua que llegan a la superficie desde los fondos marinos. Generalmente ocurren el las costas occidentales de los continentes, donde afloran aguas frías y muy ricas en nutrientes, lo que produce una gran riqueza biológica, es decir, donde se originan los caladeros más importantes, como ocurre al este de las islas Canarias, en el denominado caladero del Sahara, o en las costas gallegas.

La corriente del Golfo
Otras veces son las aguas superficiales las que se hunden hacia los abismos, trasladándose por todo el planeta. Esto ocurre, por ejemplo, en las corrientes del océano Atlántico, en la denominada Circulación Meridional de Retorno (MOC, en inglés), que incluye la famosa corriente del Golfo. La corriente del Golfo fue descubierta por Juan Ponce de León en 1531 y fue ampliamente usada desde ese momento por los marinos españoles, que la localizaban gracias al comportamiento de las ballenas. Más tarde, Benjamín Franklin, muy interesado por esta corriente, la estudió y le dio su actual nombre al publicar su carta de navegación en 1770. Se trata de una corriente de aguas cálidas que se origina en las costas de Florida, que sigue las costas americanas hasta las Newfoundlands para dirigirse entonces hacia el oeste, hacia Europa. Cerca de las costas europeas (40ºN 30ºW) se divide en dos, una de cuyas ramas se dirige al norte europeo y la otra hacia el sur, hasta las islas Canarias y las costas africanas retornando entonces a las costas americanas. La corriente del Golfo es relativamente rápida, a lo largo de las costas americanas lleva una velocidad de unos 3.6 km/h con un caudal de 30 millones de m3/sg., para alcanzar una velocidad de 6.48 km/h a través del océano y un caudal de 150 millones de m3/sg. Mide unos 100 km de anchura y unos 800-1200 m de profundidad. A medida que la corriente trascurre hacia el oeste, las aguas cálidas procedentes del Caribe se van evaporando y enfriando debido a los vientos reinantes en la zona. A su vez, en este proceso la salinidad y la densidad de las aguas va aumentando y, a su vez, al formarse el hielo las sales sobrantes hacen aumentar más aún la salinidad y densidad de las aguas y disminuir su temperatura. Así en el Atlántico Norte, en el mar de Noruega, las aguas se vuelven tan densas que comienza a hundirse formándose así la denominada corriente de las Aguas Profundas del Atlántico Norte (NADW, en inglés), arrastrando con ella el CO2 disuelto hasta una profundidad de superior a los 2000 m. El caudal principal de esta corriente avanza hacia el sur, cruza el Ecuador hasta llegar a la Antártida. Desde allí penetra en el Índico y se dirige hacia el Pacífico. Hasta que vuelva salir a la superficie tardará unos mil años.

Futuro incierto
Sin embargo el futuro de este sistema de corrientes es incierto. Aunque no existe unanimidad entre los especialistas, en los últimos años se ha observado una disminución de un 30% en la Circulación Meridional de Retorno (MOC), alcanzando hasta un 50% en las Aguas Profundas del Atlántico Norte (NADW), lo que puede influir en el clima de Europa, con unas consecuencias trágicas para todos los ecosistemas de la región. La causa podría estar en la aparición de mayor cantidad de agua dulce procedente de ríos pero principalmente de la fusión del hielo del Polo Norte debido a calentamiento global, lo que produciría una disminución de la salinidad y de la densidad del agua, que no se hundiría para formar las Aguas Profundas del Atlántico Norte. Diversos modelos climáticos sugieren que debido al aumento de las concentraciones CO2 podría producirse una disminución de entre 4ºC y 10ºC en la temperatura media de Europa. Teniendo en cuenta que la microfauna fósil de la época de la última glaciación encontrados frente a las costas de Lisboa indican que en aquella época la temperatura del agua superficial era unos 10º C inferior a las actuales, podríamos llegar a la conclusión de la llegada de una nueva Edad de Hielo en un futuro no muy lejano. Sin embargo otros científicos piensan que aunque la corriente del Golfo desapareciera, el aumento de temperatura debido al calentamiento global compensaría la posible disminución de la temperatura. Eso sí, los vientos procedentes de América serían mucho más secos, lo que provocaría una gran sequía en la península Ibérica, que se convertiría en una continuación del desierto del Sahara.

Consecuencias en la vida marina
Aunque aún no se sabe la influencia que podría tener el calentamiento global, diversos modelos climáticos auguran que la influencia en la corrientes marinas, y por tanto, en el clima y en la vida animal y vegetal, será enorme y quizás catastrófico. Así el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera conlleva un aumento de la misma en los océanos, es decir, su acidificación, cuyas consecuencias en la vida de los océanos, por ejemplo, la imposibilidad para los moluscos de crear caparazones o de crecer para los corales, no se puede ni imaginar. Por otra parte, un pequeño cambio en las corrientes marinas, por ejemplo en su velocidad, podría traer consecuencias impensables en la vida de muchas larvas marinas, como las del congrio o las de la angula, que son transportadas por las mismas desde el lugar de nacimiento, el mar de los Sargazos, hasta las costas europeas. Así mismo muchos otros animales, como las tortugas, muchos mamíferos marinos y peces pelágicos utilizan estas corrientes para viajar. Por otro lado, el aumento del nivel del mar conllevaría una catástrofe en los ecosistemas costeros, pero será aún mayor en aquellas naciones insulares, como es el caso de muchos países de Oceanía, Polinesia y Micronesia, que podrían quedar sumergidas. Quizás ya haya llegado la hora de actuar.

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