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BIOLOGIA
El ocaso de los buceadores con alas

TEXTO: Mª Victoria Bengoa Ruigómez (Getxo Aquarium; Nakusarbe)
Fotos: Nacional Science Foundation




En el extremo sur del planea se encuentra el continente helado, la Antártida, con una extensión de más de 14 millones de metros cuadrados. Separada del resto de los continentes por la convergencia antártica, es considerado como un hábitat extremo donde la vida es imposible debido a su climatología, vientos fuertísimos y temperaturas extremadamente bajas. Nada más lejos de la verdad. La temperatura de sus aguas es constante a lo largo de todo el año, alrededor de 2ºC bajo cero, permitiendo el desarrollo de la vida en su seno. Gracias a la materia orgánica procedente del continente, el fitoplancton y el zooplancton pueden crecer, originando así la cadena alimenticia formada tanto por el krill como por los animales que se alimentan de este preciado crustáceo: peces, pingüinos, ballenas y focas.

Los fondos antárticos están poblados de invertebrados como estrellas de mar y corales, que pueden desarrollarse en estas latitudes gracias a la escasa presencia de predadores. Pero debido al calentamiento global del planeta este hermosísimo paraíso helado, aún sin descubrir totalmente, está en peligro de desaparecer. Y con él los pingüinos, el símbolo de la Antártida, unas aves que son capaces de “volar” en el agua, bucear durante más de 15 minutos a más de 200 metros de profundidad y de saltar sobre las aguas como los propios delfines.
Los pingüinos pertenecen a la familia Spheniscidae presentan siete especies endémicas en la Antártida, englobados en tres géneros diferentes, Aptenodytes, el pingüino emperador y el real; Pygoscelis, el pingüino de Adelaida, el de la cara marcada y el gentú; y Eudyptes, el pingüino macarrón y el saltador.

Plumífero aislante
Están provistos de adaptaciones muy espaciales que les permiten vivir en esta región. A pesar de reproducirse en tierra están adaptados para la vida marina, por ello poseen una forma ahusada, una musculatura poderosa que le permite nadar a gran velocidad, así como unas alas que se han adaptado a la natación perdiendo su capacidad de volar. Entre las adaptaciones al frío destacan una espesa capa de grasa subcutánea y una capa de plumas especiales que cubren por completo al animal con una densidad uniforme. En tierra más del 80% del aislamiento se debe a las plumas, mientras que cuando se encuentra en el agua el aislamiento es debido a la gruesa capa de grasa subcutánea, capa profusamente vascularizada que permite al animal controlar su temperatura corporal. Paradójicamente el mayor problema de estos animales es evitar el sobrecalentamiento en tierra en verano, que lo impiden esponjando las plumas, con una respiración rápida, ingiriendo nieve y gracias a la vascularización de sus extremidades, tanto en las aletas como en los pies, que les permite perder el calor excesivo acumulado. Estas adaptaciones hacen que para los pingüinos este hábitat no sea hostil, sino que presenta una serie de ventajas como son la casi carencia de depredadores, falta de excesiva competencia por los alimentos y la casi inexistencia de enfermedades ya que pocos patógenos pueden cerrar su ciclo vital en estas condiciones ambientales tan extremas.

El deshielo
Generalmente los individuos de menor tamaño se alimentan de krill mientras que los de mayor tamaño, como el pingüino emperador, se alimentan principalmente de peces y cefalópodos. Entre sus depredadores destacan los págalos que se alimentan de sus huevos y las focas, leones marinos y orcas que se alimentan de individuos adultos.
En las regiones polares incluso los pequeños cambios en la temperatura pueden conllevar grandes cambios ambientales. Además los peligros que se ciernen sobre las zonas polares son particularmente preocupantes debido a su gran influencia e importancia sobre el clima mundial. Los efectos del calentamiento global resultan ya evidentes sobre todo en el Ártico, donde el verano pasado se abrió por primera vez en la historia una vía navegable, y en la península Antártica, donde se han desprendido grandes masas de hielo. Según los expertos, se espera una aumento de la temperatura de unos 4º C en este siglo, pero en ciertas zonas como el hemisferio norte y en especial en el Ártico, la subida de la temperatura será mucho más alta, de hasta 9º C, mientras que en el sur, especialmente en la Antártida, podría ser menor. Pero en esas regiones sureñas otros impactos de la actividad humana, como la acumulación de productos químicos que afectan a la capa de ozono, serán muy superiores a la media, lo que conllevará una exposición muy superior a la luz UV. Un primer efecto de estas influencias en los ecosistemas polares es el deshielo, es decir, la pérdida de grandes cantidades de hielo sobre todo sobre la superficie de los océanos, el denominado hielo marino. La Antártida está perdiendo 152 km3 de hielo anual, siendo la pérdida de hielo en la península Antártica de más de 8.000 km3 en los últimos 50 años. En realidad el calentamiento de la península Antártica ha sido uno de los más rápidos de todo el planeta, siendo el aumento de la temperatura media en los últimos 50 años 10 veces superior a la media del planeta, con un aumento de 1º C de la temperatura superficial de sus aguas en la últimas década, especialmente en invierno, lo que ha influido en la circulación atmosférica de la zona, aumentando la fuerza de los vientos del oeste sobre esta zona. Pero mucho más preocupante es la pérdida de hielo en el Ártico, que en los últimos años se está acelerando alarmantemente. Esto traerá graves consecuencias en estas regiones como la disminución del hábitat polar con una gran influencia sobre la megafauna de estas regiones.

El krill en peligro
La megafauna antártica está formada por aves y mamíferos marinos, en general especies de gran tamaño, elevada longevidad y reproducción lenta, por lo que son muy vulnerables a los cambios climáticos. Tanto los pingüinos como muchos mamíferos que habitan esa región dependen del hielo tanto para su descanso como para la obtención de alimento. Pero tanto el hielo continental como los icebergs (hielo continental desprendido) y el hielo marino (la capa del océano congelado) son muy sensibles a cambios de la temperatura. Por eso los efectos del calentamiento global sobre la fauna antártica están relacionados con el hielo. Bien con la disminución del hielo sin el cual no pueden sobrevivir o bien con los que afectan las redes tróficas, es decir, con el krill y el resto de organismos de los que se alimentan. El krill, la base de la cadena alimenticia del océano Antártico, depende del hielo donde encuentra alimento y protección. Por ello probablemente será el krill uno de los seres más afectados por el calentamiento global, lo que conllevará su disminución o desaparición, es decir, un drástico cambio en la cadena alimenticia con impredecibles impactos en toda la vida del ecosistema antártico. Esto es ya observable en la península Antartica, donde el aumento de la temperatura ha provocado que la formación de la capa de hielo marino sea más tardía y su desaparición más temprana, cubriendo el hielo una superficie inferior cada invierno. Además es en esta zona del océano Antártico donde se concentra la mayor población de krill, cuya población está disminuyendo drásticamente debido a la desaparición del hielo y con ello de nutrientes tan necesarios para el desarrollo de esta especie y al aumento de la aportación de agua dulce a esta zona, repercutiendo en la distribución del fitoplancton , del zooplancton y por tanto en toda la cadena alimenticia. Al disminuir la concentración del krill, disminuye la fuente de alimento de los pingüinos, que deben realizar un mayor esfuerzo para encontrar el alimento suficiente tanto para vivir como para sacar adelante a su progenie. Pero además en esas regiones existen otras influencias antropogénicas, como el aumento de las pesquerías, del turismo o los vertidos de petróleo, incrementando así la disminución de las poblaciones de pingüinos. Aunque la mayoría de las especies han visto reducidas sus poblaciones, destacan la disminución de las poblaciones del pingüino emperador (Aptenodytes forsteri) y del pingüino de Adelaida (Pygoscelis adeliae).

 
 
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