Los
cefalópodos son moluscos, al igual que los gasterópodos
(caracoles, nudibranquios,…) bivalvos (mejillones, almejas,
chirlas,…), o los quitones, entre otros. Existen unas 700
especies vivas de cefalópodos, entre los que destacan los
nautilos, las sepias, calamares, pulpos y argonautas. Aunque el
número de especies no es muy grande, su biomasa e importancia
económica son enormes ya que muchas de las pesquerías
actuales se sustentan principalmente en estas especies. Se los puede
encontrar en los mares y océanos de todo el planeta, desde
los Polos al Ecuador, excepto en el mar Negro y en el Báltico,
quizás debido a que la salinidad en ambos mares es muy baja.
Su tamaño es muy variado, desde los 8 mm del calamar enano
(Idioepius sp) a los 5 m del calamar gigante Architeuthis sp, que
también se puede encontrar en nuestras aguas, especialmente
en la costa asturiana. Su peso también varía entre
los 50 gr del Octopus microscopyrsus a los 250 kg del pulpo gigante
del Pacífico (Octopus dofleini). Algunos pulpos viven en
la zona intermareal mientras que otras especies pueden vivir a grandes
profundidades, a más de 3000 m, incluso se les puede encontrar
en las fuentes hidrotermales a miles de metros de profundidad.

Inteligentes
y sensibles
El comportamiento de los cefalópodos ha sido estudiado desde
muy antiguo por el ser humano, comenzando por Aristóteles
350 años AC. Este grupo de animales también ha atraído
la atención de muchos novelistas, como Víctor Hugo,
Julio Verne o Ian Fleming. No es de extrañar el interés
que despiertan estos animales ya que son considerados los invertebrados
marinos más evolucionados, con unos órganos de los
sentidos muy elaborados, un gran cerebro y un comportamiento muy
complejo. Son comparados incluso con los peces, sobre todo en su
morfología, fisiología, ecología y comportamiento,
incluso la evolución de los cefalópodos está
muy influenciada por la evolución de los peces y a la inversa.
El comportamiento de un animal depende principalmente de su cerebro,
de sus órganos de los sentidos y de sus sistemas de respuesta
(músculos). Los cefalópodos poseen un sistema nervioso
muy desarrollado, con una concentración de ganglios superior
a los demás moluscos. Su cerebro posee una zona central con
dos lóbulos ópticos. El cerebro posee muchos otros
lóbulos, más de 30 en los calamares. Los músculos
están enervados por unos nervios procedentes de estos lóbulos
que podrían equipararse al cordón espinal de los vertebrados.
Los órganos de los sentidos están enervados mediante
diferentes sistemas, siendo los más conocidos los de los
tentáculos, estatocistos y los nervios ópticos. Parte
de la información obtenida se acumula en regiones concernientes
con la formación de la memoria. Los lóbulos ópticos,
con más de 65 millones de células nerviosas en los
pulpos, son el centro motor y de análisis visual más
importante de éstos animales.
Ojos
evolucionados
Entre los órganos de los sentidos destacan los ojos, fotorreceptor
muy evolucionado en estos animales, sobre todo en el pulpo. En general
los ojos de los cefalópodos son grandes, sino enormes. Son
parecidos a los de los vertebrados, poseyendo un cámara posterior,
retina, iris, lentes, esclerótica y coroides. Unido al ojo
presentan unos potentes músculos que permiten mover el ojo.
Sin embargo su retina carece de conos y bastones como sucede en
los vertebrados, siendo las células receptoras de la luz
largas y estrechas con
microvellosidades orientadas tanto vertical como horizontalmente.
La visión de estos animales está muy desarrollada,
aunque parece ser que no pueden capar los colores. Incluso se puede
afirmar que los ojos de los cefalópodos están mejor
diseñados que los nuestros, ya que carecen de nuestro punto
ciego, lugar por donde los nervios y venas entran en nuestro ojo
mientras que en estos animales éstos entran individualmente
por la zona trasera del ojo. Y mientras nuestra retina es redonda,
varía en los cefalópodos, siendo también redonda
en calamares, en forma de raya en los pulpos y de W en las sepias.
Oyen
a sus depredadores
Los cefalópodos también poseen otros órganos
sensoriales, como quimiorreceptores como el olfato, receptores de
presión y tacto e incluso un órgano similar a la línea
lateral de los peces, situado en la epidermis de la cabeza y en
los brazos. Debido al gran desarrollo de otros órganos, se
pensaba que los cefalópodos eran sordos, sobre todo ante
la carencia de órganos que pudieran ampliar el sonido, como
ocurre con la vejiga natatoria de los peces. Sin embargo a lo largo
del siglo pasado se han ido recopilando evidencias de que los cefalópodos
no eran sordos sobre todo al observar su comportamiento. Se observó
que Octopus vulgaris era capaz de captar el origen de ciertos sonidos
la Sepia officinalis cambiaba de color como respuesta a estímulos
sonoros y que ciertos calamares eran atraídos por otro tipo
de sonido. Sin embargo, a pesar de carecer de estructuras similares
a la vejiga natatoria, si poseen estatocistos, estructuras que también
poseen los peces y que son utilizadas para captar sonidos en el
agua. Estos órganos, situados en el cartílago bajo
el cerebro, proveen de información sobre la gravedad a los
cefalópodos, permitiéndoles la orientación
y el movimiento, es decir, son órganos del equilibrio. Consiste
en una estructura en forma de saco que contiene una masa mineral
y numerosas células sensoriales ciliadas. Aunque varían
entre los decápodos (sepias y calamares) y los octópodos
(pulpos), los estatocistos contienen dos sistemas, el sistema macula,
que provee información sobre la gravedad y la aceleración
linear y el sistema crista, que provee información sobre
la aceleración rotacional. Y serían estos órganos,
según el grupo de investigadores de Hong Young Yan, de la
Academia Sinica en Taiwán, los responsables de captar el
sonido. Los estatocistos de los cefalópodos son muy similares
al órgano interno del oído de los peces, auque existe
una gran diferencia, los cefalópodos carecen de estructura
llena de gas que funcione como amplificador de sonidos que sí
poseen los peces, por eso el sentido del oído de los cefalópodos
puede ser comparable con la de aquellos peces que carecen de vejiga
natatoria unida al oído interno y con la de los camarones.
¿Podrán hablar?
Según las investigaciones de este grupo de científicos,
los cefalópodos, en este caso el pulpo Octopus vulgaris y
el calamar del arrecife de aleta grande Sepiotheutis lessoniana,
pueden captar frecuencias entre 400 y 1000 Hz y 400 y 1500 Hz respectivamente,
lo que indica que la capacidad sensorial es superior en el calamar
que en el pulpo. Esta diferencia demuestra la variación auditiva
existente entre los cefalópodos, que podría ser debido
a su evolución, a su comportamiento. Así mientras
que el calamar del arrecife de aletas grandes es pelágico
con una posibilidad de camuflaje limitada, los pulpos habitan entre
las rocas cercanas a la costa siendo su capacidad de camuflaje enorme.
Por ello la mayor capacidad auditiva del calamar podría permitirle
oír a sus predadores (cetáceos dentados como los delfines)
y huir antes de ser vistos. El siguiente paso de estos científicos,
según el doctor Hong Young Yan, será investigar el
tipo de sonidos que escuchan los cefalópodos, las ventajas
que esto conlleva y si son capaces no solo de oír sino de
emitir sonidos y de comunicarse entre sí mediante sonidos,
y si eso es posible, qué tipo de información se intercambian
entre los diferentes individuos. |