 Lo
primero que llama la atención de esta especie de cnidaria,
emparentada con el coral, las anémonas y las medusas, es
su forma de abanico ramificado (gorgonia roja) o de arbusto (gorgonia
blanca). Son bastante flexibles y a diferencia del coral duro, la
colonia de pólipos que la forman está sostenida por
un esqueleto córneo extremadamente frágil. Tanto es
así que si tenemos tentaciones de llevarnos una de recuerdo,
al sacarla a la superficie y morir su parte orgánica (pólipos
y algas zooxantelas con las que mantienen una relación simbiótica),
pierden el color y se quiebran con mucha facilidad. Tanto la gorgonia
roja como la blanca despliegan sus ramas contra corriente para atrapar
en ellas el máximo de alimento posible que se compone de
plancton, especialmente larvas y huevos, a la deriva. Sus formaciones
pueden alcanzar hasta los 50 cm de altura; prefieren los fondos
rocosos o detríticos, moderadamente iluminados y con suaves
corrientes; se fijan al sustrato con una amplia placa basal de la
que parte un pequeño tronco principal que se ramifica abundantemente
y eligen profundidades de entre -10 m a -100 m. En lo que no hay
consenso es en lo de sus colores. Por ejemplo, la gorgonia roja
presenta una coloración amarilla en las partes más
jóvenes de las ramas. Pero algunos científicos clasifican
también gorgonias púrpura. Puede que en realidad no
dispusieran de un buen foco y perdieran el color con la profundidad,
ya que el rojo es el primero que dejamos de percibir allí
abajo.
Solidarios,
tranquilos y frágiles
Los pólipos se unen para formar colonias. Son bastante grandes,
de entre 6 a 10 mm . No sólo son solidarios entre ellos compartiendo
esqueletos y estómagos, sino que también mantienen
alianzas con algunas algas. Sus ocho tentáculos urticantes
los despliegan desde sus espículas con el fin de atrapar
a sus presas ayudados de la corriente. No compiten ni siquiera en
eso de buscar pareja ya que su reproducción mayoritariamente
es asexual que se refleja en el crecimiento de las ramas. No tienen
prisa en crecer y su desarrollo puede llegar a ser de sólo
un centímetro al año, alcanzando su plenitud entre
los 15 y 20 años, eso si las condiciones ambientales son
buenas.Pero cuando quieren expandirse y formar bosques o colonizar
otras zonas, entonces sí tiene lugar la reproducción
sexual. Se producen unas larvas nadadoras que formarán parte
del plancton hasta que finalmente se fijen a la roca y una nueva
colonia comience a surgir poco a poco. Las larvas libres se dispersan
evitando que las nuevas colonias no entren en competencia con sus
progenitoras por el espacio o el alimento. Este lento crecimiento
es hoy su mayor limitación y las pone en peligro frente a
la continua agresión que sufren de los humanos. Las mayores
amenazas para estos bellos animales, que no pueden salir corriendo
cuando nos detectan, son los fondeos, las redes de trasmallo y nosotros,
los submarinistas, sobretodo los que aletean sin control.
Las gorgonias, por su fragilidad y su lento crecimiento, son un
buen indicador biológico sobre la presión que el buceo
ejerce en las diferentes reservas marinas. Además de la presión
humana, las gorgonias, esas excelentes sociedades cooperativas,
tienen sus depredadores naturales. Se trata de algunos gaterópodos
como el Simnia Apelta o las porcelana que se alimentan
del tejido vivo de las gorgonias. No son consideradas especies en
peligro de extinción, pero dada su fragilidad y el crecimiento
exponencial de la actividad de los usuarios del mar, las van a poner
rápidamente dentro de las especies que habrá que proteger
si queremos seguir disfrutando de ellas. Afortunadamente para ellas,
comparten algunos espacios que se encuentran bajo la protección
del Consejo de Europa como: la comunidad infralitoral de Algas Esciáfilas;
la comunidad de Rodófitas Calcáreas Coralígeno;
Comunidades de Grietas y Cuevas Oscuras y Pradera de Posidonia.
En todas ellas es frecuente la presencia de gorgonias, cigarras
de mar, meros, corvallos y fanerógamas, entre otras especies.
 Declive
espectacular
La mortandad de gorgonias en el Mediterráneo Occidental,
hasta en proporciones de 10%, ha hecho saltar la alarma. El mal
comenzó a detectarse en el sur de Francia y se extendió
desde Córcega hasta el norte de Italia, llegando a la Liguria,
afectando también a las costas catalanas. Es un mal que afecta
a los cnidarios en general, esponjas, coral rojo, madréporas
y gorgonias de todos los tipos y colores. Mueren los pólipos
y sólo quedan los esqueletos sin tejido vivo. La enfermedad
se extiende con rapidez y puede diezmar la población de una
zona en cuestión de dos meses.
Parece que se trata de un problema global ya que afecta a poblaciones
alejadas entre sí, por lo que se barajan como causas más
probables el cambio climático y la polución orgánica.
Un aumento de la temperatura media del agua con temperaturas constantes
de 24º C a profundidades de -20 m durante todo el verano unido
a al inmenso aporte de fertilizantes y polución orgánica
que sufre el Mediterráneo, pueden ser la causa de una proliferación
desmesurada de virus y bacterias que el mar no es capaz de asimilar
y depurar de forma natural y que acaban afectando a todos los seres
vivos que en él habitan, especialmente a los más sensibles.
Además del daño ecológico, la pérdida
de uno de los mayores atractivos para el turismo subacuático,
puede traer consecuencias económicas muy negativas para los
centros de buceo del Mediterráneo.
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