BIOLOGIA
Puebla los mares desde hace 400 millones de años y sin embargo puede haber llegado su final
 
TEXTO: Toni Romero
Tras adentrarnos en los fósiles vivientes con el Nautilo, os presentamos en este artículo a otro misterioso ser que vive en las frías y oscuras profundidades marinas, el celacanto (Latimeria chalumnae). De acuerdo con el registro fósil, este tipo de peces apareció en el Devónico (hace 400 millones de años) y alcanzó su máximo esplendor en el Carbonífero (hace 250 millones de años). A partir del Cretácico superior (hace 65 millones de años) no se conocía ningún fósil de celacanto, por lo que se creía que este tipo de peces se había extinguido.

El primer ejemplar hallado en la era moderna fue descubierto por Marjorie Courtenay-Latimer entre la pesca descargada en el puerto de East London (Sudáfrica) el 22 de diciembre de 1938. Esta mujer, que ejercía como conservadora del museo local, quedó asombrada con el parecido de dicho ejemplar con fósiles de celacanto. Sus conocimientos le permitieron identificarlo lanzando al mundo entero la alerta de su posible supervivencia. Pero hubo que esperar hasta finales de 1952 para localizar nuevos ejemplares, esta vez en las Islas Comores, situadas en el Océano Indico entre Madagascar y Mozambique. De hecho, la constante aparición de nuevos celacantos pudo confirmar la existencia de una población estable en esa área. Más tarde, Arnaz Metha y el ecólogo de arrecifes Mark Erdmann, en viaje de luna de miel, vieron un pescado de más de un metro de longitud en el puerto indonesio de Manao y acabaron encontrando otra nueva población en una de las Islas Célebes (Sulawesi, Indonesia). La distancia entre las Célebes y las Comores es de 8.500 Km. por lo que el área de distribución de la especie quedó considerablemente ampliada.
El celacanto, como podéis apreciar en la ilustración, tiene un aspecto realmente formidable. Robusto y cubierto con gruesas escamas óseas, posee un rasgo inconfundible, sus aletas lobuladas (los peces tienen aletas con radios) y una cola simétrica con un típico lóbulo central. Con un color gris azulado viven a profundidades entre 150 y 250 metros, resguardándose de día en cuevas para ascender de noche en busca de peces que alimentarse. Regulan su flotación mediante una vejiga natatoria que contiene un importante elemento, el aceite. Este le permite la inmersión a grandes profundidades, con aire no resistiría la fuerte presión externa. Y una curiosidad más si cabe, nunca se les ha visto aparearse. Hecho que no quita que las hembras pongan huevos de gran tamaño, de hasta 9 centímetros de diámetro y 300 gramos de peso, de un color rojizo.

En 1989 se llevó a cabo una estimación sobre la población de celacantos y se determinó que en Comores se alcanzaban los 200. Sin embargo, se observó un descenso importante entre los años 1991 y 1994, seguramente a raíz de la sobreexplotación pesquera. La masiva captura de las especies que le sirven de alimento, sumada a una complicada reproducción con fecundación interna y desarrollo de pocos embriones, además de un periodo de gestación muy largo, hacen de esta especie un firme candidato a la extinción.

Las últimas noticias sobre el Celacanto

Sobre el mediodía del 26 de abril del 2001 un celacanto fue arrastrado a bordo del MV Venture II, según se informó desde la ciudad keniana de Malindi. Era una hembra de 1.7 metros de largo y 77 kilogramos de peso. Después de permanecer en los congeladores de Wananchi Marine products cinco meses, llamó la atención del Presidente keniano Daniel Moi y fue entregada al Departamento de Ictiología del Museo Nacional de Kenia. Sus tejidos se enviaron al Instituto de Max Planke en Alemania para el análisis de ADN. Se intentaba determinar si se trataba de una población separada de la de Comores. En el mismo año, los buzos sudafricanos Gilberto Gunn y los cámaras sub Christo Serfontein y Dennis Harding capitaneados por Pieter Venter, en Sodwana Bay (costa nororiental de Sudáfrica) realizaron una auténtica proeza: documentaron el primer encuentro en inmersión con tres de estos fósiles vivientes. Y no fue fácil, tuvieron que descender hasta los 115m. respirando mezclas de diferentes gases. Aún así, disponían de un tiempo máximo de 15 minutos en profundidad. Nadaron de caverna en caverna y por milagro, a los 12 minutos encontraron tres celacantos. El más grande de entre 1.5 y 1.8 metros de largo, los otros dos de 1.2 metros y 1 metro. Lo que comentaron de su momentáneo encuentro es que el pez nadó cabeza abajo y que parecía alimentarse en las repisas. Los cámaras tuvieron gran capacidad de reacción al conseguir rodar el encuentro en vídeo y fotografiarles en unos cuantos segundos. El desastre se presentó al ascender, Christo y Dennis Harding remontaron hacia la superficie en una subida incontrolada. Harding se quejó de dolores en el cuello, perdió la conciencia y murió en el barco, fue imposible reanimarle. Con él la carrera por el celacanto ya acumula una víctima.

La búsqueda de sus imágenes asume así un injusto precio. Sin duda, su sacrificio contribuyó enormemente a conocer un poco más a este fósil viviente, otro de los eslabones perdidos que en compañía del cangrejo cacerola (limulus polyphemus) o el nautilo, ha sobrevivido al paso de millones de años. La pregunta es: ¿sobrevivirán al ser humano estos visitantes de otros tiempos?. Los asiáticos, con su habitual predilección por las cosas más insospechadas, creen que el líquido del interior de su espina dorsal permite prolongar la vida, hecho que alimenta un floreciente mercado negro de productos del celacanto. ¿Será la longevidad de algunos humanos su espada de Damocles?, esperemos que no.

 
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