BUCEO ADAPTADO
 
Oír los objetos, palpar las imágenes

Buceo para personas ciegas y deficientes visuales en el Club Tortuga
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En fechas no muy lejanas pero con necesidad de ir bien abrigados... en la península, en Las Palmas de Gran Canaria y con temperaturas muy agradables, el Club Tortuga efectuó unos bautizos de buceo especialmente adaptados para ciegos y discapacitados visuales. Allí una representación del equipo de natación de la ONCE pudo comprobar, que el buceo no está restringido ni siquiera a ellos. Con edades comprendidas entre los doce y dieciocho años y con discapacidades B1 y B2 (clasificación de la International Blind Sports Association), es decir dos ciegos y tres hipovisuales (discapacitados visuales). Tuvimos un briefing muy detallado, en el que éstos pudieron “tocar” cada uno de los elementos que componen el equipo scuba.
¿Qué ofrece el buceo a una persona ciega?
Las personas que hacen esta pregunta, es porque no conocen a éstas personas o no saben nada de esta discapacidad. A primera vista podría parecer bastante extraño que un deficiente visual, cuyo contacto con el exterior se basa sobre todo en indicaciones sonoras, completadas y reforzadas por mensajes olfativos, pueda encontrarse a sus anchas en un entorno en el que domina el silencio, roto solamente por las burbujas que salen del regulador, y en el cual no son apreciados los olores. No cabe duda de que si la ola generada por la resaca submarina, al pasar sobre las algas o a través de los corales, produjeran el mismo sonido que el viento al pasar entre las ramas de los árboles y si los peces, en lugar de ser mudos, emitieran toda la gama de sonidos de los animales terrestres y de las aves, el mundo submarino sería aún más fantasmagórico.
De todas formas, el silencio tiene igualmente su encanto, no sólo para el que puede centrar toda su atención percibida a través de la vista, sino del que se ve arrastrado a centrar su atención en las sensaciones táctiles, en la variación de temperatura, en el discurrir del agua sobre las partes descubiertas de su propio cuerpo, en la infinitiva gama de sensaciones transmitidas al cerebro por las yemas de los dedos que acarician la flora y la fauna subacuática.

Así también, las personas con discapacidad visual (ciegos e hipovisuales) son capaces de apreciar, quizás mejor que las personas con una visión normal, el placer de sentirse libres de la gravedad, ejecutar movimientos y evoluciones totalmente imposibles en tierra firme.
El que no ve, tiende a concebir el espacio que lo rodea como un vacío absoluto, un nada de ningún modo segura, ya que está llena de cosas cuya presencia no advierte si no es por indicios indirectos, pero con las que puede tropezar: el aire es un elemento demasiado sutil e impalpable para constituir una protección.
Por el contrario, estando sumergidos, rodeados por un líquido que no es tan fluido como para que no podamos sentir su presencia en torno a nosotros y que ralentice los movimientos, nos hace sentir al mismo tiempo menos el peligro y más armónicos, casi como una danza; extremadamente seguros. Tal vez nos evoca la sensación del regreso al líquido amniótico del seno maternal.

Comunicarse sin verse
Sin la habilidad de cualquier persona a poderse comunicar (por voz-hablando)por sus propios medios bajo el agua, y sin visión, la única fuente de comunicación disponible para los que no ven o ven muy poco, es a través del sentido del tacto. Por lo tanto, es vital que la comunicación entre estas dos personas sea clara y fácil de entender. Para ello se han adoptado un sistema de señales táctiles que facilitan la comunicación aunque, se está perfeccionando un sistema basado en la antigua usanza. De esta forma, en caso de una separación fortuita, sigue habiendo comunicación bidireccional.
“Miles de inmersiones me han enseñado muchas cosas y me han convencido de que las actividades subacuáticas están facilmente al alcance de las personas invidentes, siempre llevadas a cabo con el cuidado y la atención que exigen, evitando así los inconvenientes que pueden presentarse”.

 

 

 
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