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Richard
González ha sido campeón de España de halterofilia
dos años consecutivos, 2001 y 2002, y campeón
de Andalucía también el presente año. Juega
en el equipo de baloncesto Cluminal y también practica
el buceo. Sin embargo, Richard lleva años en una silla
de ruedas víctima de un accidente de moto que le dejó
sin motricidad en las piernas.
Ayudado de su silla de ruedas y de una voluntad inquebrantable
ha sabido superar todas las barreras arquitectónicas,
físicas y humanas para incorporarse al deporte de competición
como uno más, con tantas horas de entrenamiento como
cualquier deportista de elite.
Sin embargo, sus medallas no cotizan igual que las de sus compañeros
de a pié, ya que los viajes se los tiene que costear
de su bolsillo y recibe unas ayudas ridículas si las
comparamos con las de otros deportistas.
Si no fuera por el equipo de monitores del Club Crised, en el
que se inició en el submarinismo, nunca hubiera podido
saborear esa sensación de estar volando que
le causaron sus primeras inmersiones en mar abierto.
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Escarpines y aletas también
Antes de comenzar el curso de buceo, se sometió a un
reconocimiento médico, como todo el mundo, en el que
se valoró su aptitud para bucear. Richard ya había
practicado apnea por su cuenta pero no pensaba que el buceo
con botella estuviera a su alcance. Sin embargo en poco tiempo
fue capaz de colocarse el traje él sólo, sin
ayuda de los monitores. Para ello se tira al suelo y desde
allí va colocándose todos los elementos. Los
escarpines y las aletas también se los coloca. Al principio
se extrañó, puesto que él no puede utilizar
sus piernas para nadar, sólo cuenta con el empuje de
sus poderosos brazos. Sin embargo sus monitores le explicaron
que las aletas le ayudarían a estabilizarse, como si
hicieran la función de quilla, además de la
ayuda que suponían como defensa para los posibles golpes
de sus pies contra las rocas.
A la hora de desplazarse bajo el agua no es lo mismo contar
con el movimiento de las piernas, ayudadas de dos poderosas
palas, que hacerlo sólo valiéndote de tus brazos
y la palma de las manos. El consumo de aire es sensiblemente
superior al de sus compañeros, si quiere seguir a su
ritmo, y también lo es el desgaste físico. Aun
así la experiencia de Richard es altamente gratificante,
si bien no le resulta fácil continuar con esta actividad.
Bucear parece más costoso que levantar pesas, en términos
económicos: para qué me voy a comprar
un equipo completo si luego no puedo bucear sin la ayuda de
los monitores. En realidad no necesita mucha ayuda,
ya que no sólo se coloca el traje él sólo,
sino que sumergido es totalmente autónomo. Pero entrar
en el agua es la frontera más difícil de salvar,
además de pequeños detalles como colocarse los
plomos bien centrados. Para estas operaciones sí necesita
la ayuda de sus compañeros.
La halterofilia le ha conferido a Richard una fortaleza física
sin la cual le resultaría mucho más difícil
la práctica del buceo. Según comentó
a Buceo XXI : es necesaria una cierta forma física
para la práctica de este tipo de deportes por parte
de discapacitados.
Él y otros tantos como él que diariamente se
enfrentan a las limitaciones que les impone su condición
física, han superado con tenacidad muchas de los obstáculos
de la vida diaria, del trabajo, de las relaciones con los
demás e incluso del ocio y el deporte. Pero, sin embargo,
hay un obstáculo que aún no han conseguido vencer:
el muro de insensibilidad de la administración pública
en algunos aspectos. Uno de ellos es el reconocimiento de
la labor deportiva de estos héroes anónimos
de lo cotidiano.
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