BUCEO ADAPTADO
 
De la silla de ruedas a volar entre aguas

Un accidente cambió la vida de Angel, pero no sus ganas de disfrutarla.
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Hay momentos en la vida de toda persona en los que mirar hacia delante se convierte en una dura empresa que muchas veces para difícil de conseguir. Pero la mayor de las satisfacciones personales que podemos encontrar en este mundo es ver como semejantes, con mayores dificultades que nosotros, logran alcanzar las metas que se imponen. Es cuando realmente se llega a creer en el famoso tópico: “querer es poder”.
Nuestro protagonista se llama Angel, y es un buen compañero de buceo, y aunque dentro del agua no presente diferencia alguna con el resto de buceadores nos deja boquiabiertos en el medio terrestre. Ver como transporta su material a pie de pantalán y como monta su propio equipo mientras gasta una broma a su compañero, como salta de su silla de ruedas al pantalán y luego a la semirrigida, con la única ayuda de sus brazos, es algo digno de contemplar.
La historia de Angel, por desgracia, es muy común hoy en día: una persona dinámica con ganas de disfrutar la vida como todos, vio como un accidente de tráfico lo sentaba en una silla de ruedas. Fueron momentos muy duros de superar pero en Angel no hicieron mella y comenzó a practicar los deportes que le apasionan. A principios de este verano, apoyado por su grupo de amigos buceadores, decidió adentrarse en los reinos de Poseidón.
Angel dice haber hecho el curso Open Water por tener una gran curiosidad por el medio marino y también como un reto personal para conseguir algo que él creía difícil. Lo hizo sin pensar en su minusvalía, apostando por una aventura que le aportaría nuevas amistades. Angel cree que la mayor dificultad fue vencer “ese tonto orgullo” que a veces le hacía rechazar la ayuda de sus compañeros cuando surge alguna barrera física, “aunque en el fondo sé que necesito ayuda en ciertas ocasiones”.
Lo que más le atrae del mundo del buceo son los pecios y las inmersiones nocturnas y la sensación que más agradece es de la de la ingravidez “volar y eliminar esa barrera física es realmente impresionante”.
Lo que más valora en un compañero de buceo, además de que se tome en serio las normas de seguridad es que disfrute y deje disfrutar, que no pretenda llevar siempre el mando del binomio. Opina que las barreras arquitectónicas de algunos centros de buceo no son un grave problema si tienes ganas de bucear y unos compañeros medianamente humanos. En cuánto al material de buceo dice que no está pensado para personas como él, pero se encuentra a gusto con el equipo a excepción de la traquea del chaleco convencional con la que tiene algún problema a la hora de bajar ya que le faltan brazos para nadar, compensar y encima tener que buscar la traquea que se le suele quedar atrás.
Sin embargo, sus limitaciones tienen una contrapartida: “no me he gastado un duro en aletas”
Angel y las personas como él nos demuestra a diario al conjunto de buceadores que lo importante no es cuánto se bucea sino cómo se bucea. “El mar es algo fantástico”, nos dice, “está lleno de sensaciones e imágenes que parecen de otro mundo. No debemos conformarnos con ver un documental desde el sillón de casa”. Y es que el mar ofrece a todo tipo de discapacidades una manera de escapar de ciertas barreras y límites que en tierra es posible.

 

 
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