El éxito de un salvamento depende de un estudio y reconocimiento
exhaustivos, antes del comienzo de las operaciones: causas de la
avería, situación del buque respecto de las condiciones
exteriores y su estado en cuanto a su estanqueidad.
Los salvamentos, o la puesta a flote, son casi siempre urgentes,
por el riesgo que supondría la pérdida total del buque
y/o su cargamento o porque el lugar de su naufragio entorpezca la
libre circulación del tráfico marítimo.
Para que nos podamos hacer una idea de la naturaleza de un salvamento,
pensemos en un barco hundido, descansando en uno de sus costados
sobre un lecho de arena, en aguas poco profundas y sin podernos
auxiliar de los medios desde tierra firme.
Como sistema para izarlo dispondremos de una grúa flotante
y siguiendo un método dispondremos: adrizamiento; embragarlo;
entaponamiento de las vías de agua y la obturación
de espacios susceptibles de entrada de agua; izado hasta aflorar
la cubierta principal por encima de la superficie del agua; el achique
de todos los espacios inundados de agua; y remolque hasta el puerto
y acta de recesión del buque.
La profundidad del agua en la que se tenga que realizar el trabajo
es de vital importancia, no tanto por el tiempo de trabajo útil
de los buceadores, sino por los procedimientos e inconveniente que
de ello se derivan. Por su clasificación, las intervenciones
hasta 20 m. de profundidad se consideran pequeñas, y las
superiores a 20 m., grandes.
Tiene, también, especial relevancia la posición de
la cubierta del buque respecto de la superficie del agua. Por el
sistema a elegir, se distinguen: la cubierta por encima del agua;
cubierta sumergida entre los 3 a 8 m; y cubierta por debajo de superficie,
en profundidades superiores a 8 m.
Entre los diferentes sistemas para la puesta a flote, existen los
cofferdamm. Consisten en prolongar los perímetros de determinados
lugares del buque, por encima de la superficie, teniendo en cuenta
los recorridos de las mareas, tales como bocas de bodegas, brazolas,
etc. Conjuntamente se deberá realizar una perfecta estanqueidad
de las entradas de agua y así poder introducir por los cofferdamm
los sistemas de achique.
Cuando por haber más profundidad de la permitida no se pueda
utilizar este sistema, procederemos a la elevación con pontones.
Para ellos se utilizarán cuatro pontones como mínimo,
inundados de agua hasta la línea de máxima carga,
y situados estratégicamente en la vertical del buque. Seguidamente
pasaremos por debajo de la quilla los cables de acero, que sujetaremos
a los pontones. Toda esta maniobra la sincronizaremos con el último
periodo de bajamar, para que posteriormente, con el achique del
agua de los pontones y el empuje de la pleamar, elevemos el buque
y lo remolquemos hacia aguas menos profundas, repitiendo la operación
hasta conseguir las condiciones que permitan recuperar el buque
con éxito.
El
trabajo de los buceadores
Aparte de todo este compendio de medios auxiliares, es necesario
un equipo humano. Su efectividad depende de la profundidad de los
trabajos, dadas las diversas tareas submarinas que se deben realizar,
inherentes a cualquier operación de salvamento. Por todo
esto son necesarios buceadores con amplios conocimientos y experimentados.
La seguridad del buzo durante los salvamentos se convierte en una
obsesión. La vigilancia desde superficie es constante, permitiendo
el mayor rendimiento y su máxima seguridad. La profundidad,
lugar y la visibilidad de las aguas condicionarán los procedimientos
de las inmersiones. Los buceadores, durante el desarrollo de sus
labores, y al ser conscientes de que forman parte de un conjunto
de elementos, con sus experiencias y profesionalidad, son capaces
de buscar por sí mismos y rápidamente soluciones a
cualquier problema que se presente.
Normalmente, en toda operación de salvamento, intervienen
directamente las compañías de seguros y sociedades
de clasificaciones. En el 100 % de los casos, si no hay salvamento
con éxito no se cobra. Esto justifica el exhaustivo análisis
y las exigencias ante cualquier operación de salvamento.
*Trabajo realizado en aguas
del río Guadalquivir. Este artefacto es una draga semiautomática
de extracción de áridos, que, como se puede ver, zozobró
y quedó prácticamente con la quilla al sol.
En la primera foto, el estado después del adrizamiento. Seguidamente,
por medio de los buceadores, se taparon los tanques de la banda
babor sumergida y se inyectó aire, para desalojar el agua
interior y conseguir su flotabilidad. En la segunda foto, el estado
final de la embarcación.
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