Dos
experimentados espeleobuceadores del sur de Europa fueron
de vacaciones a Yucatán, con la intención de
hacer algunas inmersiones en cenotes. Una vez instalados se
informaron de los agujeros que había en
la cercanía, y luego de alquilar botellas y plomos
se dirigieron al lugar de inmersión escogido. Allí
el encargado mejicano les preguntó por su certificación
de buceo en cuevas, y ellos mostraron las tarjetas de su federación
de espeleología, que fueron suficiente para acreditar
su nivel. Además, el despliegue de focos, cascos carretes
y reguladores, así como la forma eficiente como preparaban
el material de inmersión le convencieron de que no
se trataba de neófitos, por lo que no les exigió
que vayan acompañados de un guía, ni estimo
necesario darles explicaciones sobre lo que encontrarían
en el cenote.
El cabo guía
Una vez equipados se tiraron al agua y de inmediato localizaron
un recio cabo guía que siguieron. En el agua cristalina
del cenote el cabo seguía a escasa profundidad cerca
de la pared, y rodeaba el pozo debajo del extraplomo. Se trataba
de una guía de seguridad para buceadores inexpertos
que no permitía que estos se alejaran demasiado de
la vertical del agujero. Al cabo de algún tiempo, se
encontraron con un hilo mucho más fino que, enganchado
al anterior, se separaba de este a un ángulo de 90
grados y desaparecía en la oscuridad de una galería.
Entusiasmados ante la perspectiva de explorar más allá
de la entrada siguieron lo que ellos consideraban ser un hilo
guía permanente para expertos como ellos. Al cabo de
unos treinta metros de penetración, encontraron que
el hilo que seguían se unía a otro, pero en
vez de estar los hilos simplemente atados, el primer hilo
tenía aún su carrete al final, y estaba enganchado
al segundo hilo mediante un par de vueltas y el carrete tenía
enganchado su mosquetón al nuevo hilo del cual colgaba.
Al lado del carrete había una pinza de ropa blanca
con unas iniciales. Les extrañó que las instalaciones
de hilo se hagan dejando los carretes en la cueva, en vez
de cortar el hilo y llevarse el carrete. O bien los carretes
eran tan baratos en América que los espeleobuceadores
locales ni se molestaban en recuperarlos para posteriores
utilizaciones, o bien el que instaló esa cueva debía
tener dinero para tirar. En cuanto a la pinza de ropa, ¿por
qué la habrían dejado allí?
Una fortuna en carretes
Sin más contemplaciones siguieron el nuevo hilo durante
unas centenas de metros, hasta que llegaron a un punto donde
se encontraron que la galería formaba una Y.
Allí había una flechita de plástico con
las mismas iniciales que la pinza de ropa, indicando el camino
de retorno a la boca del cenote, y acto seguido un hilo nuevo
que partía hacia la izquierda, mientras que el otro
continuaba ininterrumpido hacia la derecha. Curiosamente el
de la izquierda tenía otra pinza enganchada. Decidieron
seguir el hilo de la izquierda, y al cabo de unos veinte metros
¡encontraron otro carrete instalado como el primero,
con una tercera pinza de ropa idéntica a las anteriores!
¡Alguien se estaba dejando una pequeña fortuna
en carretes!
El nuevo hilo permanente conducía a lo largo de una
galería hasta el inicio de una gran sala, donde terminaba.
Allí nuevamente otro hilo colocado de la misma manera
que los que terminaban en carretes, partiendo desde el final
del anterior, se adentraba en la sala. Esta era tan amplia
y estaba tan llena de columnas que sin el hilo hubiera sido
imposible encontrar el camino de retorno. Siguiendo el hilo
y maravillándose de lo que veían, cruzaron la
sala hasta un punto donde el hilo empalmaba con otro, y al
igual que en las ocasiones anteriores, había un carrete
en el empalme, y una pinza de ropa al lado. Casi se lo esperaban.
Continuaron por otra galería siguiendo el hilo hasta
una nueva Y. En esta también había
una flechita indicadora del lado de la salida, y una nueva
pinza del lado hacia donde se dirigía el hilo, que
con toda seguridad acabaría en otro carrete.
Esta vez de seguir el hilo que parecía acabar en otro
carrete, decidieron seguir el que parecía ser el hilo
principal, y continuaron por una galería cuyas dimensiones
variaban, a veces ensanchándose y otras estrechándose.
Continuaron hasta que el hilo que seguían se terminó
súbitamente. Como estaban cerca de haber consumido
un tercio del aire que llevaban en sus botellas, el límite
de seguridad de consumo, decidieron dar media vuelta.
Ni pinzas ni flechitas
Recorrieron nuevamente la galería cuyas dimensiones
variaban, y acabada ésta, cuando esperaban encontrarse
el empalme en Y no lo vieron, ni el empalme ni
la flechita. Pensaron que estaría más adelante,
pero la galería era la misma que antes, solo que el
empalme había desaparecido. Algo anormal sucedía,
en una cueva sin corriente apreciable un hilo no se desinstala
espontáneamente. Solo había una posibilidad,
alguien lo había desinstalado. Sin perder el control
de su ritmo respiratorio, aceleraron la natación hacia
el hilo que atravesaba la laberíntica sala de columnas,
si esa también estaba desinstalada ... la situación
se podía complicar bastante.
Vieron el resplandor de las luces de sus focos y aceleraron
la marcha, al acercarse observaron a otros dos buceadores,
equipados con botellas de más capacidad que las de
ellos, que se disponían a recuperar la pinza de ropa
y meterla en el bolsillo, mientras el otro soltaba el siguiente
carrete para empezar a rebobinarlo. Moviendo sus focos de
un lado a otro dibujando una línea cerca
de las manos del buceador con el carrete, consiguieron llamar
su atención.
Este sorprendido por la presencia de otro equipo en la cueva,
dejó de rebobinar y les señaló que pasaran
delante de él, hacia la salida. No se hicieron rogar,
y rápidamente
Se colocaron entre los otros dos buceadores, entonces el del
carrete continuó rebobinando.
Aclaración del misterio
Durante el retorno al cenote nuestros amigos tuvieron al oportunidad
de reflexionar sobre lo sucedido. La instalación fija
era discontinua, y los otros buceadores, que habían
entrado en el cenote antes que ellos, habían dejado
carretes de salto o de empalme para
asegurar la continuidad del hilo hacia la salida. Una vez
iniciado su retorno esos carretes eran innecesarios, por lo
que se retiraban. Con la pinza habían señalado
su presencia, y al retornar y no encontrar pinzas adicionales
habían supuesto que nadie más había entrado
en la cueva. Por eso estaban recuperando el hilo guía,
ya que de haber encontrado más pinzas no lo hubieran
hecho.
Con los nervios alterados por lo que pudo haber pasado; los
cuatro salieron de la cueva, y una vez afuera los dos espeleobuceadores
europeos se hicieron explicar por los americanos, cual el
protocolo de hilos y señales para hilos empleados en
América. No querían repetir el mismo error ya
que la suerte quiso que los buceadores que instalaron el hilo
llevaran botellas de más capacidad, de no ser así
estos hubieran iniciado antes su regreso, dejando a los europeos
sin un hilo de salida continuo, lo que hubiera dificultado
enormemente su salida.
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