TEXTO Y FOTOS:J. María Gonzalez y
J. Cerdá

BUCEO TECNICO
Una cuestión de pinzas y flechitas
Desconocer el protocolo de señales de cada zona pone en peligro a los buceadores
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Dos experimentados espeleobuceadores del sur de Europa fueron de vacaciones a Yucatán, con la intención de hacer algunas inmersiones en cenotes. Una vez instalados se informaron de los “agujeros” que había en la cercanía, y luego de alquilar botellas y plomos se dirigieron al lugar de inmersión escogido. Allí el encargado mejicano les preguntó por su certificación de buceo en cuevas, y ellos mostraron las tarjetas de su federación de espeleología, que fueron suficiente para acreditar su nivel. Además, el despliegue de focos, cascos carretes y reguladores, así como la forma eficiente como preparaban el material de inmersión le convencieron de que no se trataba de neófitos, por lo que no les exigió que vayan acompañados de un guía, ni estimo necesario darles explicaciones sobre lo que encontrarían en el cenote.

El cabo guía
Una vez equipados se tiraron al agua y de inmediato localizaron un recio cabo guía que siguieron. En el agua cristalina del cenote el cabo seguía a escasa profundidad cerca de la pared, y rodeaba el pozo debajo del extraplomo. Se trataba de una guía de seguridad para buceadores inexpertos que no permitía que estos se alejaran demasiado de la vertical del agujero. Al cabo de algún tiempo, se encontraron con un hilo mucho más fino que, enganchado al anterior, se separaba de este a un ángulo de 90 grados y desaparecía en la oscuridad de una galería. Entusiasmados ante la perspectiva de explorar más allá de la entrada siguieron lo que ellos consideraban ser un hilo guía permanente para expertos como ellos. Al cabo de unos treinta metros de penetración, encontraron que el hilo que seguían se unía a otro, pero en vez de estar los hilos simplemente atados, el primer hilo tenía aún su carrete al final, y estaba enganchado al segundo hilo mediante un par de vueltas y el carrete tenía enganchado su mosquetón al nuevo hilo del cual colgaba. Al lado del carrete había una pinza de ropa blanca con unas iniciales. Les extrañó que las instalaciones de hilo se hagan dejando los carretes en la cueva, en vez de cortar el hilo y llevarse el carrete. O bien los carretes eran tan baratos en América que los espeleobuceadores locales ni se molestaban en recuperarlos para posteriores utilizaciones, o bien el que instaló esa cueva debía tener dinero para tirar. En cuanto a la pinza de ropa, ¿por qué la habrían dejado allí?

Una fortuna en carretes
Sin más contemplaciones siguieron el nuevo hilo durante unas centenas de metros, hasta que llegaron a un punto donde se encontraron que la galería formaba una “Y”. Allí había una flechita de plástico con las mismas iniciales que la pinza de ropa, indicando el camino de retorno a la boca del cenote, y acto seguido un hilo nuevo que partía hacia la izquierda, mientras que el otro continuaba ininterrumpido hacia la derecha. Curiosamente el de la izquierda tenía otra pinza enganchada. Decidieron seguir el hilo de la izquierda, y al cabo de unos veinte metros ¡encontraron otro carrete instalado como el primero, con una tercera pinza de ropa idéntica a las anteriores! ¡Alguien se estaba dejando una pequeña fortuna en carretes!
El nuevo hilo permanente conducía a lo largo de una galería hasta el inicio de una gran sala, donde terminaba. Allí nuevamente otro hilo colocado de la misma manera que los que terminaban en carretes, partiendo desde el final del anterior, se adentraba en la sala. Esta era tan amplia y estaba tan llena de columnas que sin el hilo hubiera sido imposible encontrar el camino de retorno. Siguiendo el hilo y maravillándose de lo que veían, cruzaron la sala hasta un punto donde el hilo empalmaba con otro, y al igual que en las ocasiones anteriores, había un carrete en el empalme, y una pinza de ropa al lado. Casi se lo esperaban. Continuaron por otra galería siguiendo el hilo hasta una nueva “Y”. En esta también había una flechita indicadora del lado de la salida, y una nueva pinza del lado hacia donde se dirigía el hilo, que con toda seguridad acabaría en otro carrete.
Esta vez de seguir el hilo que parecía acabar en otro carrete, decidieron seguir el que parecía ser el hilo principal, y continuaron por una galería cuyas dimensiones variaban, a veces ensanchándose y otras estrechándose. Continuaron hasta que el hilo que seguían se terminó súbitamente. Como estaban cerca de haber consumido un tercio del aire que llevaban en sus botellas, el límite de seguridad de consumo, decidieron dar media vuelta.

Ni pinzas ni flechitas
Recorrieron nuevamente la galería cuyas dimensiones variaban, y acabada ésta, cuando esperaban encontrarse el empalme en “Y” no lo vieron, ni el empalme ni la flechita. Pensaron que estaría más adelante, pero la galería era la misma que antes, solo que el empalme había desaparecido. Algo anormal sucedía, en una cueva sin corriente apreciable un hilo no se desinstala espontáneamente. Solo había una posibilidad, alguien lo había desinstalado. Sin perder el control de su ritmo respiratorio, aceleraron la natación hacia el hilo que atravesaba la laberíntica sala de columnas, si esa también estaba desinstalada ... la situación se podía complicar bastante.
Vieron el resplandor de las luces de sus focos y aceleraron la marcha, al acercarse observaron a otros dos buceadores, equipados con botellas de más capacidad que las de ellos, que se disponían a recuperar la pinza de ropa y meterla en el bolsillo, mientras el otro soltaba el siguiente carrete para empezar a rebobinarlo. Moviendo sus focos de un lado a otro “dibujando” una línea cerca de las manos del buceador con el carrete, consiguieron llamar su atención.
Este sorprendido por la presencia de otro equipo en la cueva, dejó de rebobinar y les señaló que pasaran delante de él, hacia la salida. No se hicieron rogar, y rápidamente
Se colocaron entre los otros dos buceadores, entonces el del carrete continuó rebobinando.

Aclaración del misterio
Durante el retorno al cenote nuestros amigos tuvieron al oportunidad de reflexionar sobre lo sucedido. La instalación fija era discontinua, y los otros buceadores, que habían entrado en el cenote antes que ellos, habían dejado carretes de “salto” o de “empalme” para asegurar la continuidad del hilo hacia la salida. Una vez iniciado su retorno esos carretes eran innecesarios, por lo que se retiraban. Con la pinza habían señalado su presencia, y al retornar y no encontrar pinzas adicionales habían supuesto que nadie más había entrado en la cueva. Por eso estaban recuperando el hilo guía, ya que de haber encontrado más pinzas no lo hubieran hecho.
Con los nervios alterados por lo que pudo haber pasado; los cuatro salieron de la cueva, y una vez afuera los dos espeleobuceadores europeos se hicieron explicar por los americanos, cual el protocolo de hilos y señales para hilos empleados en América. No querían repetir el mismo error ya que la suerte quiso que los buceadores que instalaron el hilo llevaran botellas de más capacidad, de no ser así estos hubieran iniciado antes su regreso, dejando a los europeos sin un hilo de salida continuo, lo que hubiera dificultado enormemente su salida.

 


 
 

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