TEXTO: U. Artaloitia, D. Santamaría
INSTRUCTOR CUEVAS TDI
FOTOS: Jesús Villalba

BUCEO TECNICO
De aprendices a expertos en la fuente del Gorbea
Una exploración que comenzó hace 19 años y que hoy continúa
zzzz


La historia empezó en 1982 cuando unos avispados ingenieros quisieron aprovechar el agua que salía por esta fuente para represarla, canalizarla, y no sé que más.
Con esta intención se pusieron en contacto con Miguel y con su hijo para que hicieran una inmersión con el fin de observar las características del terreno, etc.

Como experimentados buceadores profesionales que eran, no pusieron objeciones y no encontraron mayor dificultad. Un monobotella cada uno, pues no iban a estar mucho tiempo, un octopus, traje húmedo a pesar de las gélidas aguas, y cada uno con su linterna de mano.
Se metieron en aquel agujero y enseguida vieron cómo se ensanchaba la cueva.
No tardaron en salir, pues con aquella iluminación poco veían, y en aquellas aguas el frío les inmovilizaba. Fue su primera experiencia.
No contentos con los datos aportados por Miguel y Miguelín, los ingenieros se pusieron en contacto al año siguiente con experimentados espeleobuceadores franceses para hacer un reconocimiento más profundo de la cueva.
Los franceses vinieron con unos equipos y unas técnicas que llamaron la atención de Miguel.
Traían todo el equipo duplicado: dos botellas, dos reguladores, cuatro focos montados en el casco, etc. hasta un hilo guía en varios carretes.
Se metió en cueva uno y después el otro, pues decían que preocuparse del compañero distrae la atención de la seguridad propia, instalaron el hilo guía y recorrieron unos 100 metros.
Afortunadamente no debieron encontrar condiciones para que los ingenieros pudieran hacer ningún estropicio hidrológico.
Sin embargo, si causaron impresión en Miguel, quien decidió que volvería a seguir el hilo guía que los franceses no desinstalaron.
Poco después volvió con su hijo, recorrieron el hilo hasta el final, empalmaron otro carrete y llegaron hasta el final del sifón a unos 180 metros de la boca.
No se dieron cuenta de que el tiempo pasaba y que la gente que les esperaba fuera se preocuparía. Pasaron dentro cerca de una hora y al percatarse de ello salieron a la carrera.
Ya eran expertos espeleobuceadores. A pesar de que al entrar a uno le falló un regulador y siguieron hacia dentro. (Al mismo le falló el segundo al salir y tuvieron que salir compartiendo la única monobotella que les quedaba funcionando)
En el año 1998, con ocasión de una reunión de buceadores en Cataluya, hicimos un cursillo de Buceo en Cavernas, que nos abrió los ojos. Las técnicas (por llamarlas de alguna forma) que nosotros habíamos usado eran el ejemplo de lo que nunca se debe hacer. Afortunadamente no nos había pasado nada porque apenas habíamos practicado. “¡Pabernos matau!”
Ahora, con los conocimientos mínimos del curso, alguna experiencia más con gente que sí sabe de verdad, leyendo libros y oyendo a gentes, ahora sí, tenemos más claro dónde nos metemos, qué es lo que necesitamos y cuáles son nuestras grandes limitaciones.
Hemos vuelto a bucear a la cueva del Gorbea.
Ahora es diferente. La zona está declarada Parque Natural. Conclusión: permisos y papeleos para realizar la actividad y para poder entrar con un vehículo todoterreno evitando un porteo inhumano.
Primer obstáculo salvado. Llegamos a la cueva, entramos dos y vamos instalando el hilo guía y nos encontramos restos del hilo viejo por todos los lados que intentamos recoger y apartar. La visibilidad es bastante buena, pero todo el fondo se encuentra tapizado por una película de fino barro que se desprende para enturbiar el agua sin apenas tocarlo. Al acabar el primer carrete de 100 m. Hemos consumido un tercio del aire de uno de los equipos y nos damos la vuelta. No recogemos el hilo pues nuestros compañeros entran seguido.
Pero nos damos cuenta de que en las maniobras de apartar el hilo viejo hemos revuelto demasiado en esta cueva que si bien es ancha, no tiene demasiada altura y en algún sitio es inevitable el arrastrar por el fondo a la vez que pegas con las botellas en el techo. Salimos y nuestros compañeros entran con la misión de quitar el hilo viejo en su totalidad.
Después de un rato salen y nos comentan que no han podido recogerlo todo porque la visibilidad se ha vuelto cero. Hay técnicas especiales de natación mediante las cuales se levanta menos polvo, pero entre que no las dominamos demasiado, tener que andar desenredando trozos de hilo viejo pillados por las piedras y que el sitio tampoco es el Caribe, pues barrizal en los morros.
Un año después, vuelta a la movida de papeles y permisos.
Ahora entramos tres y vamos apartando de nuevo los restos de hilo viejo. A veces flota entre dos aguas alguna maraña que recogemos como podemos. Cuando llegamos a los cien metros, uno nos dice que salgamos, que no se encuentra bien.
Salimos y nos comenta que yuyu. Que no le enrolla nada nadar con los hilos por ahí flotando por en medio de la cueva. Tiene razón. Los otros dos volvemos a entrar, llegamos a los cien metros, empalmamos nuevo carrete y seguimos sin prisa pero sin pausa. Más adelante encontramos el carrete que Miguel e hijo dejaron la primera vez y al poco tiempo llegamos a la burbuja final.
Nos desequipamos y trepamos ente los bloques por los que cae una cascada de agua.
No es muy difícil pero con el traje de bucear y sus botas, se hace arriesgado y te juegas una caída que aunque sea leve sería comprometida para el regreso.
Observamos que hay una galería arriba del todo que tiene buena pinta. Nos han comentado que puede tener comunicación con otra cueva más arriba, pero nos negamos a seguir trepando en esas condiciones.
Volveremos, pero con material adecuado.


 

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