ENTREVISTA
Fernando Cayuela / Miembro de la primera expedición española a La Antártida
"En un barco, a pesar de estar muy comunicado, no dejas de estar solo"
Dio sus primeros pasos en el buceo autónomo con el CEVAS, club bilbaino pionero en esta actividad en el País Vasco. Pasó de la pesca a la fotografía submarina y realizó el servicio militar en el Núcleo de Buceo del Ferrol. Estudió náutica consiguiendo el título de Capitán de la Marina Mercante. En Diciembre de 1982 se unió a la tripulación de la goleta Idus de Marzo formando parte de la primera expedición científica española a la Antártida. Para ello le valieron sus conocimientos técnicos y su experiencia en el mundo del buceo además de su condición de Capitán, por lo que estuvo en calidad de Oficial de la goleta y encargado de actividades subacuáticas. Tras seis meses en la Antártida y dos años más surcando los mares en el Idus de Marzo, decide trabajar en tierra firme en la Escuela de Náutica de Bilbao, donde permanece desde hace 17 años y de la que es su actual Director. Allí se le oferta la posibilidad de hacerse cargo del Saltillo, un velero construido en 1932 en los astilleros Vries-Lentch de Amsterdam para Pedro Galíndez, quien la donó en 1968 a la Escuela de Náutica y que estaba en muy mal estado. Creó una asociación para recaudar fondos y poder reparar el barco. Actualmente el barco está navegando siendo el buque escuela de la Universidad del País Vasco. Fernando Cayuela es su capitán y ha participado junto a su tripulación en regatas de veleros clásicos, como la Cutty Sark, que se celebró el año pasado en aguas de Bretaña y del Golfo de Bizkaia.
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¿Cuál fue su impresión general de la Antártida?
Es un lugar maravilloso, increíble, que hay que conservar a toda costa. Es otra realidad, es un paisaje sobrecogedor. Lo más duro no es el frío sino la lejanía de los seres queridos, de la familia. Si me propusieran irme a alguna de las estaciones antártidas por una temporada, lo único que me retraería sería el dejar de ver a mis hijos y a mi mujer. Por lo demás, el frío merece la pena, porque una experiencia así es lo que da sentido a la vida.

¿Bucear en esas aguas es casi un acto de “heroísmo científico” por no llamarlo de otro modo?
Bucear en esas aguas es un placer (con un traje seco). La fauna es más bien pobre, y hay una visibilidad reducida, pero estar metido debajo de un iceberg o junto a un paredón de hielo, si no falla nada del equipo, es un placer. Hace 20 años nuestros equipos eran bastante menos avanzados que los de ahora. Llevábamos unos trajes secos Viking, unos reguladores preparados para bucear en aguas extremas, pero los guantes de los trajes se perdieron y hubo que improvisar un apaño con guantes de neopreno normales y unos finos de lana.

¿Qué resultados obtuvieron?
Aparte de la satisfacción personal de los que buceamos, los resultados prácticos no fueron espectaculares. Aquella expedición lo que sirvió fue para hacer ver a la opinión pública que existía un continente que se llamaba Antártida, que no era de nadie, en el que sólo se hacía trabajo científico, sin explotaciones comerciales, y que había que apuntarse al carro de los países interesados en la Antártida. El objetivo se consiguió con creces. A partir de ahí vinieron expediciones que han obtenido resultados científicos en todos los terrenos.
¿Cuál fue el momento más emocionante que recuerda?
Los animales son bastante confiados porque no han tenido experiencias anteriores con el ser humano, y te permiten acercarse mucho: elefantes marinos, pingüinos...esa química con los animales hace que la Antártida sea muy especial.

¿Por qué se eligió una goleta como el Idus de Marzo?
Fundamentalmente por imagen. Era un barco que se acababa de construir, era muy bonito, tenía tres palos, era el buque español a vela más grande, después del Juan Sebastián Elcano, estaba dotado técnicamente con tecnología puntera para aquella época, y la asociación que estaba detrás de que España participara en las investigaciones de la Antártida se enteró de la construcción de esta goleta y nos “fichó” para hacer ese primer viaje de la Idus de Marzo. El asunto se “vendió” muy bien en los medios de comunicación, que era lo que se pretendía.

¿Ha cambiado mucho la Antártida desde entonces?
El precio al que estamos sometiendo a la Antártida, como al resto del planeta, es muy importante, y día a día se va deteriorando. Quizás algún día espabilemos como especie, pero de momento nos estamos dedicando a cargarnos el planeta.
¿Fue más duro conseguir fondos para rehabilitar el Saltillo que su experiencia en el continente helado?
Sin duda, fue mucho más duro, no sólo conseguir los fondos, sino también rehabilitarlo. Ha sido un proceso de doce años y en muchos casos con ganas de tirar la toalla. Pero afortunadamente la historia ha acabado bien.

¿Qué actividades realizan en el Saltillo; también se bucea?
Sí, además tenemos un compresor, que fue el primer equipo que se instaló abordo. Hacemos salidas de prácticas con alumnos de la Escuela Técnica Superior de Náutica y Máquinas Navales, y con alumnos de la Universidad del País Vasco en general. Hay una capacidad para 20 personas y la vida abordo es igual que la que va a tener un marino en un barco mercante, con el aliciente extra de navegar a vela. También hacemos salidas de tipo científico o culturales con tripulaciones variadas.

¿Es más difícil dirigir una escuela universitaria que gobernar una goleta?
Son cosas diferentes. Da más trabajo la Escuela, la dirección de un centro universitario. Pero capitaneando el Saltillo o la Idus de Marzo estás con el alma en vilo continuamente por el miedo a que pueda haber un accidente, que le pase algo a algún alumno. Esas cosas pasan en un barco y más si es de vela.

¿Cuál es la situación de los alumnos de la Escuela Náutica respecto a su futuro laboral? ¿Es una profesión con futuro?
Teóricamente formamos gente de mar, alumnos que pueden acceder al título tanto de Capitán como de Jefe de Máquinas, pero el mundo marítimo ofrece cantidad de puestos de trabajo también en tierra. Cada vez más nuestros alumnos prácticamente no navegan, terminan su licenciatura y te los encuentras al cabo de unos días trabajando en una empresa. A mi como marino y amante de la mar me da un poco de tristeza, pero esto es la realidad de hoy en día. Hay mucho trabajo y nuestro índice de paro es cero.
Yo, si volviera a nacer, volvería a estudiar náutica. Me parece un trabajo divertidísimo, evidentemente si te gusta la mar, viajar, conocer el mundo y la naturaleza. Náutica es una profesión ideal para los que disfrutan con esto y además hay muchísimo trabajo en tierra. Hoy en día su dificultad es más grande porque técnicamente los retos son mayores, los barcos son como grandes empresas sofisticadísimas y al final todo pasa por un responsable, Capitán o Jefe de Máquinas. Así que el grado de preparación técnica es muy grande, por lo que resulta una carrera muy atractiva, tanto a nivel de estudios como de desarrollo práctico.


¿Qué problemas plantea gobernar un buque con la tremenda responsabilidad que eso supone en algunos casos?
El mayor problema de un barco es que, a pesar de estar muy comunicado, no dejas de estar solo. Cuando estás en la mitad del mar, lo que pasa abordo lo solucionas tú, tienes que tomar todas las decisiones en tiempo real. Es una profesión que te exige un nivel de preparación muy importante a nivel técnico, pero también a nivel personal.

¿Cómo podemos evitar accidentes como los del Prestige?
Esto es como preguntar cómo podemos evitar los accidentes de circulación. Todos sabemos que son inevitables pero, sin embargo, pensamos que los accidentes marítimos “por supuesto que se pueden evitar”. Posiblemente no se puedan evitar ni unos ni otros. Se pueden hacer unas normas de circulación más seguras, unos coches más seguros y carreteras más seguras, pero posiblemente siempre haya accidentes. ¡Ojalá me equivoque!
Con los barcos pasa lo mismo. Puedes prohibir la navegación a buques de una determinada edad, puedes obligarles a llevar doble casco, puedes elevar el nivel técnico de preparación de las tripulaciones, puedes alejar más los barcos de la costa...Pero luego siempre los barcos acaban descargando en un puerto, pueden chocar...Creo que no se puede acabar con este tipo de accidentes que, además son muy espectaculares.


¿Ayudaría tener un protocolo de actuación para los accidentes que no podamos evitar?
Estaría bien tenerlo y llevarlo a cabo. En el caso concreto del Prestige no tengo ni idea de cuál hubiera sido el correcto. Si el barco se hubiera resguardado no se hubiera partido, pero también es posible que si el barco no se llega a partir todo el mundo hubiera dicho que se tomó la decisión correcta alejando el barco de la costa. Es muy fácil, a la vista de los acontecimientos pasados, decir lo que habría que haber hecho. Y lo digo como Capitán y como uno de los afectados por el tema del Prestige, que es abrumador. Es muy difícil el tomar la decisión correcta.

 

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