MEDICINA
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¿Claustrofobia en medio de la inmensidad del azul?
 

El término claustrofobia proviene del latín, claustrum, encierro, y fobia y se define como el miedo irracional a permanecer en un lugar cerrado. Se trata de un trastorno psiquiátrico poco frecuente y no debe confundirse con los miedos lógicos que todos manifestamos al enfrentarnos a situaciones nuevas.

El buceo se práctica en un entorno abierto. De hecho, el sentir la ingravidez en un espacio abierto y natural es una de las mayores satisfacciones que produce la práctica de este deporte. ¿De dónde procede entonces la sensación de encierro que declaran algunos buceadores? Generalmente estas sensaciones son injustificadas y la causa debe buscarse en los mecanismos psicológicos que operan en el sujeto. Personas a las que se les ha diagnosticado claustrofobia pueden experimentar esta incómoda sensación ya que en inmersión, los sentidos perciben estímulos poco habituales y extraños que estos individuos interpretan como opresivos. El ajuste del equipo puede incrementar la sensación de estar atrapado y, al encontrarse flotando en el agua, aumentar su inseguridad por no tener apoyos firmes. Algunos buceadores con pocas inmersiones o que no han buceado en mucho tiempo pueden, sin embargo, sentir miedo y agobio al iniciar una inmersión. Esto nada tiene que ver con la claustrofobia (que es un desorden mental patológico) sino que se trata de algo totalmente normal.

Cuando nos disponemos a realizar una actividad inhabitual nuestra imaginación puede superar al pensamiento racional, anticipando sucesos improbables e incluso imposibles. Si se dan estas circunstancias y al sumergirnos empezamos a sentirnos incómodos, con miedo o muy nerviosos, debemos entender lo que está ocurriendo e intentar actuar con la mayor normalidad posible. Lo mejor es abortar la inmersión con un ascenso a superficie lento y con un compañero para asegurar que no reaccionamos de manera descontrolada. Se recomienda comentar lo sucedido con el compañero e intentar racionalizar al máximo nuestras percepciones. Es frecuente superar estos episodios de manera muy natural, pasando a constituir anécdotas que se olvidan rápidamente.

Los requisitos para poder bucear incluyen pasar una revisión médica en la cual el futuro buceador refiere al médico si ha sufrido este tipo de sensaciones molestas en situaciones típicas de encierro: ascensores, armarios, alcantarillas, túneles, etc. El médico debe evaluar si se trata de simples y sanos miedos o si es preferible la visita a un psiquiatra que estudie la posible existencia de desordenes claustrofóbicos. En torno al 2% de la población sufre este trastorno.

Aun así, dependiendo de la severidad de esta enfermedad y siempre que la persona tenga voluntad de bucear y se encuentre un ambiente relajado y seguro se puede optar por tomar contacto muy lentamente con el buceo haciendo, por ejemplo, un bautizo en la piscina. En algunas ocasiones, incluso, el buceo puede resultar una experiencia positiva que ayuda a combatir la claustrofobia en otros aspectos de la vida.


 
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