MEDICINA
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Cociditos en su traje o a la plancha
 
 

Probablemente si se realizase una encuesta entre buceadores para explicar por qué se producen las insolaciones y los golpes de calor, y cómo se maneja a una persona que padece cualquiera de ellas, serían pocos los que tuvieran claro distinguirlas y cuál de las dos resulta más grave. El calor, cuando nos encontramos enfundados en un traje de neopreno esperando nuestro turno para entrar en el agua, puede resultar un serio problema.
Existen diversos mecanismos por los que el organismo se defiende del frío y del calor, y es capaz de mantener constante la temperatura basal de 37 ºC. Pero en ambientes cálidos o en verano, el traje de buceo que ayuda al cuerpo del buceador a protegerse contra el frío hacen difícil el mantenimiento de la temperatura corporal en las largas exposiciones al sol. Por ello se desencadenan una serie de mecanismos de enfriamiento.

Básicamente se pueden distinguir 2 emergencias a causa del calor:
* Insolación
* Golpe de calor

La insolación se puede definir como “el estado patológico que se instaura a consecuencia de una prolongada exposición a los rayos solares, y aunque el calor actúa como un elemento favorecedor, la causa determinante está representada por las radiaciones solares, infrarrojas y ultravioletas”. Por la tanto se produce con frecuencia en zonas de alta montaña o junto al mar que es donde las radiaciones solares son más altas. Sus síntomas principales son, astenia (cansancio profundo), dolores de cabeza muy intensos, vértigos y mareos con naúseas y vómitos, y al contrario que el golpe de calor, no suele existir fiebre. Ambos síndromes, insolación y golpe de calor pueden combinarse y darse simultáneamente. El tratamiento básicamente consiste en dejar descansar a la persona en una habitación fresca y oscura, utilizando paños fríos sobre la cabeza.
Puesto que la exposición al sol durante la actividad subacuática está garantizada, tanto en la travesía en barco hasta el punto de inmersión como en las inmersiones desde la propia playa, es recomendable que los buceadores utilicen gorras o viseras para proteger la cabeza de los efectos nocivos del sol, y se cobijen a la sombra el máximo tiempo posible.
Si por el contrario, la razón principal del problema no es la exposición al sol sino cualquier fuente de calor, hablaremos de golpe de calor. Las causas más frecuentes de este tipo de emergencias están, por tanto relacionadas con temperaturas o humedades elevadas, exceso de ropa, anomalías en el funcionamiento de las glándulas sudoríparas, ejercicio excesivo, uso de diuréticos, etc. Los niños, las personas mayores y la gente obesa son los más susceptibles a desarrollar este trastorno, así como personas que toman ciertos medicamentos o consumen alcohol.
Los efectos nocivos del calor pueden presentarse en distintos grados. La primera fase, la más leve y frecuente, es el acaloramiento. Se manifiesta clínicamente por sofocación, sudoración intensa, disnea, taquicardia, aumento de la temperatura cutánea con enrojecimientos de la piel, etc. A veces también por vértigos, sensación de opresión, etc. Todo esto obedece a la redistribución de la sangre para atender la necesidad de mantener la temperatura, por lo que la sangre afluye a la superficie corporal. Por este motivo, en este primer nivel la temperatura corporal interna no se eleva, sino que permanece constante. El acaloramiento cede quitándose ropa, con un chapuzón o compresas frías.
Si nos mantenemos en la misma situación de calor y no buscamos soluciones para refrescarnos fallan los mecanismos de control fisiológico de la temperatura, y el cuerpo pierde la capacidad de enfriarse.

Existen entonces dos tipos de golpe de calor:
* Golpe de calor sin fiebre. Es el acaloramiento seguido de sincope, pero sin fiebre. La vasodilatación y las pérdidas de líquido por el sudor dejan exangüe al cerebro y ocurre el desmayo. La piel aparece húmeda y sudada.
* Golpe de calor con fiebre. Es la alteración más grave de la regulación térmica, y se produce por la exposición durante largo tiempo a altas temperaturas, intensas exposiciones al sol y/o escasa movilidad del aire. Puede aparecer rápidamente sin estar precedida de signos alarmantes, y se considera una emergencia médica. Los síntomas son piel enrojecida, caliente y seca, elevada temperatura corporal (>40ºC), cesa la transpiración, pulso lleno, fuerte hipertensión, y si el individuo continúa sometido al calor entra en la fase terminal con convulsiones, hipotensión, colapso, pérdida de consciencia y muerte.
El tratamiento debe orientarse a reducir la temperatura cuanto antes, puesto que la salvación de la persona depende de la prontitud terapeútica con la que se consiga la refrigeración; se debe colocar al buceador en un ambiente fresco, a la sombra y bien ventilado intentando refrescarlo con hielo en la cabeza, o en su defecto con compresas de agua fría. Es aconsejable envolver a la persona en toallas húmedas y colocarlo en posición lateral de seguridad hasta que acudan los servicios médicos. Si la persona está consciente, se le deben dar bebidas isotónicas o agua para prevenir la deshidratación. El pronóstico es siempre grave.

Se aconseja a los buceadores que bucean en zonas cálidas y húmedas, o en verano, que para prevenir estas situaciones deben poner en práctica unas sencillas medidas: beber mucho líquido antes y después de la inmersión, buscar espacios a la sombra evitando exponerse al sol, ponerse el neopreno en el último momento una vez montado el resto del equipo y no antes, así como mojarse y refrescarse lo más a menudo posible.


 

 

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