

En
1989 el Gobierno Andaluz declaró protegido un tramo costa
acantilada entre las localidades de Nerja (Málaga) y La Herradura
(Granada), con el nombre de Paraje Natural de los Acantilados de
Maro-Cerro Gordo. El objetivo de dotar de un cierto grado de protección
a estos fondos acantilados no es más que el de conservar
en la medida de lo posible la rica y variada flora y fauna terrestre
así como el conjunto de sus riquísimos y variados
fondos marinos. Los fondos marinos del paraje reúnen en una
zona relativamente pequeña una gran variedad de comunidades
litorales típicas del mar de Alborán, el más
occidental del mediterráneo, ya que en esta franja sumergida
se incluyen fondos rocosos y de arena, acantilados y cuevas submarinas,
sobre cada uno de los cuales se desarrolla una comunidad típica
y específica. Volcarse en la protección de esta franja
sumergida del paraje consiste en salvaguardar esta variedad de hábitats
submarinos y en la relativa buena conservación de algunos
enclaves, a pesar de la presión que están soportando.
Los fondos del paraje constituyen un pequeño botón
de muestra de unos fondos con singularidades propias y que los diferencia
de otras costas cercanas como son las de Almería (Cabo de
Gata) o de Cádiz (Acantilados de Barbate).
Frontera entre el Atlántico
y el Mediterráneo
La singularidad y peculiaridad de la flora y fauna de estos fondos
deriva de la localización geográfica del paraje.
Los Acantilados de Maro-Cerro Gordo se localizan en un importante
punto biogeográfico, entre el estrecho de Gibraltar y el
Cabo de Gata, enclaves costeros de nuestra península que
constituyen los límites del mar de Alborán.
El
carácter biogeográfico peculiar de esta franja costera
se pone de manifiesto en la ausencia de especies típicas
del mediterráneo como pueden ser las algas Halimeda tuna,
Udotea petiolata o Acetabularia acetabulum, y la presencia de
especies típicas del Atlántico que no se observan
en otros puntos del mediterráneo, como pueden ser diversas
especies de antozoos pertenecientes al género Eunicella
o como Leptogorgia lusitanica. La prueba más clara de que
se trata de la frontera entre especies típicas mediterráneas
y atlánticas es la presencia de poblaciones terminales
o finícolas de dos endemismos mediterráneos: Risoella
verrucosa y Posidonia oceánica, y la presencia de la fanerógama
marina Zoostera marina, la cual es de distribución atlántica.
Los fondos
En el paraje se pueden diferenciar cuatro pisos zonales: supralitoral,
mesolitoral, infralitoral y circalitoral, de los que el meso e
infralitoral son los mejor representados en cuanto a su extensión.
El piso infralitoral se encuentra siempre sumergido y sobre sustrato
duro está muy bien representado en el paraje, debido a
que la orografía de la costa en esta zona corresponde a
una zona de acantilados rocosos que oscilan entre los 5 y 23 metros
de profundidad. La franja superior de este piso se caracteriza
por la presencia de algas pertenecientes a los géneros
Corallina, Jania y Gellidium.
En los fondos blandos infralitorales, la propia inestabilidad
del substrato impide el desarrollo de una cubierta vegetal importante.
Cuando existe está representada por aspectos empobrecidos
de la biocenosis de algas fotofilas. Entre la fauna asociada destaca
Anemonia sulcata, Actinia cari, Cereus pedunculatus, Chiton olivaceus,
Octopus vulgaris, Asterina gibbosa y Ophioderma longicaudatum.
Cuando la granulometria y estructura del sustrato lo permiten,
sobre estos fondos se establece una comunidad muy importante:
la pradera de Posidonia oceánica. La importancia de la
P. oceánica radica no sólo en que se trate de una
especie endémica del mediterráneo, sino por que
sus comunidades ofrecen una mayor diversidad ecológica
y son de suma importancia en cuanto a la conservación de
la riqueza faunística del litoral.