REPORTAJE
Texto: Chano Montelongo
Fotos: Universidad Autónoma de Yucatán


"¡Dios Tláloc, envíanos la lluvia!"

 

 

 

Un equipo de arqueólogos submarinos halla en un cenote de Yucatán esqueletos de individuos sacrificados, de la época prehispánica, en lo que parece ser una ofrenda mortuoria en honor a sus dioses mayas

La famosa ciudad maya de Chichén Itzá sigue dando sorpresas a los investigadores. Un nuevo hallazgo arqueológico en el interior de un cenote (cueva sumergida) mexicano ha desvelado un novedoso tipo de rituales mortuorios mayas prehispánicos. Un equipo de arqueólogos subacuáticos de la Universidad Autónoma de Yucatán ha descubierto bajo las aguas un nicho natural donde se hallaron huesos humanos y de animales, vasijas de cerámica, cuentas de jade y de concha, cuchillos de pedernal y otros objetos, todos ellos colocados de forma cuidadosa y selectiva en lo que parecer ser una ofrenda sagrada de petición de lluvia.
Este importante descubrimiento se produjo dentro del proyecto El Culto al Cenote, desarrollado por la Universidad Autónoma de Yucatán, y que incluye la prospección de cinco cenotes inexplorados en las inmediaciones del yacimiento arqueológico de Chinchén Itzá, según explicó a Buceo XXI el investigador Guillermo de Anda, director del equipo de arqueólogos responsable del hallazgo. Concretamente, el pozo en cuestión -conocido como Cenote Holtun- se encuentra localizado a poco más de dos kilómetros de la famosa pirámide de Kukulcán (o de El Castillo), quizá la mayor atracción turística de toda la Riviera Maya.

Bajada con cuerdas
Los arqueólogos tuvieron que descolgarse con un sistema de cuerdas (equipos de buceo incluídos) desde la boca del cenote hasta la superficie del agua. "Fueron más de 20 metros de altura lo que tuvimos que cubrir para llegar al espejo de agua", explicó De Anda. Una vez iniciada la inmersión, en una de las paredes laterales del pozo, los buceadores descubrieron, a cinco metros de profundidad, sobre una gran cornisa, la boca de otra cueva. Esa galería discurría de forma horizontal y se alargaba unos 25 metros hacia el interior hasta desembocar en un nicho natural donde se encontró la ofrenda mortuoria. Además de los citados objetos, se encontraron también bifaciales, artefactos redondos de concha (anteojeras identificadas con atributos de Tláloc, deidad de la lluvia) y gran cantidad de carbón que, probablemente, fue utilizado en el ritual. El escenario arqueológico estaba inalterado. Todo estaba en su sitio, tal y como lo dejaron los sacerdotes mayas. En la zona central de la cueva estaba lo que parecer ser la ofrenda principal "formada por elementos que encierran un gran simbolismo, ya que puede verse el cráneo de un perro (animal relacionado con los espíritus que van al inframundo) un venado (animal simbólico de inframundo y creación), una tibia humana, y un cuchillo de sacrificio", indicó el arqueólogo.

Sacrificios humanos
Los investigadores calculan que este ritual en honor al Dios Tláloc debió celebrarse en los siglos IX y X, cuando los antiguos mayas padecieron dos periodos de sequía en la región y que provocó el llamado Colapso Maya. En el nicho se hallaron restos humanos de, al menos, seis individuos, probablemente sacrificados. "Aún no sabemos en que consiste este tipo de ritual", explicó el arqueólogo, que asegura que lo más importante y sorprendente del hallazgo es que se trata de una práctica ceremonial novedosa para los expertos que está en proceso de estudio. "No es habitual, y eso es lo sorprendente. Este es el quinto caso en la zona -todos descubiertos por nuestro proyecto- pero, sin duda, el mas importante", añadió. Hasta ahora, los casos documentados de sacrificios mayas se referían a ritos en que se arrojaban a las víctimas al fondo del cenote junto a objetos y otros elementos religiosos. "En este caso, está claro que las personas no eran arrojadas desde la superficie, sino colocadas en las paredes del cenote. Las hipótesis indican que las oblaciones pudieron estar dedicadas a las deidades de la lluvia, para pedir agua, en tanto que la antigüedad de las ofrendas coincide con la época en que se produjeron dos intensos periodos de sequía. Creemos que a causa de la sequía, el nivel del agua del cenote pudo haber descendido entre 3 y 5 metros respecto al que tiene hoy, lo que habría facilitado a los mayas llegar hasta la cavidad y depositar la oblación", señaló De Anda.

Restos Intactos
Tras fotografiar y documentar el hallazgo de la ofrenda mortuoria, el trabajo de prospección del cenote no terminó ahí..., ni las sorpresas. En el fondo de la poza principal, a unos 50 metros de profundidad, los arqueólogos subacuáticos realizaron más hallazgos de esqueletos humanos de una veintena de individuos y más de un centenar de elementos de huesos de animales, cerámica y esculturas, entre las que destaca un portaestandarte con características similares a un jaguar, así como una figura con anteojeras, semejante a los rostros que aparecen en las vasijas tipo Tláloc registradas en la cueva de Balankanche, en Yucatán. Las características de este hallazgo son similares al del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, el más importante de la región.De Anda destacó que este cenote nunca había sido explorado antes y, por lo tanto, su contexto está inalterado. "A través de análisis de ubicación espacial del material y una estricta metodología cartográfica y de registro, se ha logrado la descripción de la ubicación precisa de cada elemento en un plano, con lo que se determina que se trata de un sitio ritual semejante al Cenote Sagrado de Chichén Itzá". Cuando se realizaron las investigaciones en este famoso yacimiento, entre 1882 y 1968, los pocos adelantos en la metodología y técnica de investigación propiciaron que se perdiera mucha información, por lo que el estudio de este nuevo cenote podría ayudar a contestar muchas incógnitas que quedaron sin respuestas respecto al primero, que probablemente es el más importante de toda el área maya.

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