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TURISMO INTERNACIONAL
Buceador de perlas en el paraíso
 

Las aguas del atolón Fakarava es rico en ostras que guardan las perlas más codiciadas. Recolectarlas es la nueva oferta del turismo en Tahití. Hace cinco minutos que hemos salido del agua y apenas ha dado tiempo a que el tubo, las aletas y las gafas se sequen. Joachim, el dueño de la pensión y granja de perlas Havaiki, trabaja ya en una pequeña mesa de madera a la orilla de la laguna y bajo un cocotero. Raspa con un cuchillo el exterior de una ristra de ostras enormes, unidas por un cordel. "Elige una", me dice. Señalo la primera y la coloca sobre un enganche metálico, donde comienza a abrirla con dificultad. Una vez abierta, rebusca en su interior con un pequeño gancho y extrae una brillante perla de 15 mm de diámetro que me entrega con cuidado.

La sumerjo en el agua para limpiarla. Tiene una pequeña imperfección en la superficie, pero apenas se aprecia, es esférica y brilla intensamente con un tono verde grisáceo único. No hay dos iguales y ésta es un magnífico ejemplar. "Vaya" -dice Joachim-, "es muy buena. A veces se gana y a veces se pierde", y sigue abriendo el resto de las ostras. Mare, que trabaja en el White Sands Beach Resort, también emerge de la superficie con otra.
Esa perla es la razón por la que estamos en el atolón de Fakarava, el segundo mayor del archipiélago de las Tuamotu, uno de los cinco que forman la región de Tahití y sus islas. Esta zona del Pacífico sur está considerada como Colectividad de Ultramar francesa y tiene su propia moneda -el franco polinesio- y un gobierno autónomo. Fakarava es uno de los pocos lugares del planeta a los que se le puede poner el adjetivo de paradisíaco sin caer en la hipérbole. Son 60 km de largo por casi 21 km de ancho, pero la mayor parte la ocupa una cristalina laguna interior de más de 1.100 km2 que se colorea a lo largo del día con los tonos turquesas y azules que estamos acostumbrados a ver en las postales.

Un sueño real
A Rudolf Jaeger, el dueño del White Sands Beach Resort, el tranquilo hotel compuesto por una veintena de cabañas donde nos hospedamos, le gusta bromear con los huéspedes. "Cuando me preguntan dónde está la piscina del hotel señalo a la laguna y digo que tienen la mayor piscina del mundo frente a su cabaña". Rudolf, nacido en Suiza, ha trabajado toda su vida en el negocio hotelero y al lado de grandes figuras de la restauración, como el chef Jean-Georges. Compró este pequeño resort en el Pacífico hace medio año. "Iba a abrir un hotel de lujo en los Alpes pero este lugar es un sueño". La mayor parte de sus huéspedes son buceadores o parejas en luna de miel que huyen de la masificación hotelera de otras islas y buscan un rincón remoto donde perderse en una playa de arenas blancas.
Apenas 750 personas viven aquí, la mayoría dedicadas al turismo. El atolón está catalogado como Reserva de la Biosfera por la Unesco, y los dos pasos de agua del Pacífico que entran hacia el interior de la laguna están considerados como uno de los mejores lugares del mundo para el submarinismo.

Granja en Fakarava
En Fakarava aún es posible pasar la mañana sumergido entre corales, comer en un pequeño motu -los islotes de arena blanca y coral que rodean el atolón- la pesca del día y disfrutar de una excelente cena al atardecer al borde de un pequeño muelle o en la orilla de la laguna. Éste es también uno de los pocos rincones de la Polinesia Francesa en los que podemos sumergirnos junto a los granjeros de perlas en busca de la Pinctada Margaritifera, la ostra que crea la auténtica perla tahitiana. Las ostras de la granja Havaiki están sólo a unos tres metros de profundidad y por unos 80 € es posible sumergirse usando sólo unas gafas, aletas y un tubo, escoger una y aprender cómo se extrae la perla.
El visitante se lleva a casa el resultado de esta 'lotería' submarina. Es una actividad que fue reconocida como el mejor producto de turismo activo en la penúltima edición de Fitur. En su estado natural sólo una de cada 15.000 produce una perla. Durante siglos, los pescadores de los mares del Sur se sumergían buscando la mayor cantidad de ellas posible y las abrían esperando encontrar el tesoro en el interior. Todo cambió a fines del siglo XIX, cuando el biólogo británico William Saville-Kent descubrió el proceso para cultivar las perlas, y enseñó la técnica a sus ayudantes, Tatsuhei Mise y Tokichi Nishikawa. Este último contrajo matrimonio con la hija de un empresario japonés, Mikimoto K Kichi, que comenzó a aplicar este sistema con éxito. Hoy la compañía que lleva su nombre, Mikimoto, es el mayor productor del mundo.

Cuestión de suerte
La técnica de Mikimoto llegó a Tahití en 1961. En las tranquilas y templadas aguas de los atolones del Pacífico, la Pinctada Margaritifera crea bolas de colores sorprendentes y con un brillo único, diferentes del resto de las asiáticas. A pesar del refinado proceso de cultivo, este negocio aún depende del azar.
Todas comienzan como una pequeña esfera tallada a partir de la concha de una ostra del río Misisipí, por ser el material natural que mejor tolera la ostra productora. Esta esfera se introduce con precisión quirúrgica en la gónada del animal junto a una porción del manto de otro ejemplar. Sólo una de cada dos sale adelante, y pasarán al menos dos años hasta que alcance el tamaño para ser considerada una auténtica perla de Tahití.
Un 10% serán de clase A, es decir, con menos de un 10% de imperfecciones en la superficie. Contrariamente a la creencia popular, la redondez del ejemplar no afecta a su valor. Sólo las redondas se clasifican por el número de imperfecciones, pero una asimétrica con pocas imperfecciones puede alcanzar también un gran valor. "Pueden usarse en colgantes u otro tipo de adornos, aunque por lo general las más buscadas son las redondas", aseguran en la sede de Robert Wan, el mayor productor de las islas. Algunas superan los 13.000 €; tan perfectas, redondas y brillantes que explican a la perfección por qué en la tradición polinesia las perlas fueron la inspiración de los dioses a la hora de crear las estrellas.
Más info: www.havaiki.com; www.tahiti-tourisme.es

 

CUADERNO DE VIAJE:

DÓNDE ALOJARSE: White Sands Beach Resort, un hotel con cabañas en la orilla de la laguna. Tiene equipo de snorkeling para observar la fauna en los bancos de coral y un restaurante excepcional con platos de inspiración francesa y polinesia que se puede disfrutar en el playa.
QUÉ VER: El atolón es Reserva de la Biosfera de la Unesco y está considerado uno de los mejores lugares del mundo para la práctica del submarinismo y la pesca de altura.
EN BUSCA DE LA PERLA: Havaiki Peral Farm permite acompañar a los granjeros durante la recolección de las ostras y elegir una de las perlas extraídas. Existen otras dos granjas en el atolón que es posible visitar y donde se pueden comprar perlas.
CÓMO LLEGAR: Tahití y sus islas. Air France y Air Tahiti Nui tienen vuelos a Papeete desde París (con escala en Los Ángeles, Estados Unidos). Fakarava. El atolón está a una hora de vuelo de Tahití. Desde Papeete, Air Tahiti Nui tiene vuelos directos a diario.

 

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