TURISMO    
 
 
El fondo del mar se ha convertido en destino turístico. Ya no sólo se buscan lugares exóticos con playas paradisíacas, los viajeros quieren disfrutar del espectáculo que hasta ahora ocultaban sus trasparentes aguas.
 


TEXTO & FOTOS: BUCEO XXI

Quizás sea porque las nuevas generaciones buscan nuevas emociones o porque las viejas ya están cansadas de hacer siempre lo mismo, pero el caso es que los turistas ya no se conforman con tomar el sol en una amaca mientras escuchan el relajante sonido de las olas y las palmeras en una isla tropical. Llevados por uno de los más viejos instintos del ser humano, su curiosidad y su espíritu aventurero, el buceo se ha convertido en una nueva forma de entender las vacaciones basadas no en la pasividad sino en el deporte y la aventura. Y para eso nada mejor que sumergirse en unas cálidas aguas tropicales y descubrir ese mundo silencioso lleno de vida y de color que son los fondos marinos.

Aunque hasta hace bien poco el buceo era considerado un deporte de riesgo, la generalización de su práctica ha reportado mayores medidas de seguridad y más exigencias a la hora de poder sumergirse con ciertas garantías, por lo que podemos afirmar que ha dejado de ser considerada una actividad peligrosa, si bien se reconoce la necesidad de una preparación adecuada para su práctica. Para ello se han multiplicado los bautismos submarinos, cursillos y titulaciones que permiten practicar este deporte con unos requisitos de seguridad más que suficientes. Este impulso turístico ha hecho crecer las expectativas de la industria del buceo (equipos, instalaciones, profesionales...) que tiene su aspecto positivo en una mejora sustancial de la oferta y calidad de los servicios. Pero el aspecto más oscuro de este despegue de la actividad puede ser la saturación, el impacto ambiental y la excesiva competitividad que puede derivar en la aparición de nuevos riesgos hasta ahora inexistentes.

Argentina es uno de esos destinos turísticos de buceadores. Puerto Madryn fue pionera en crear parques submarinos. Los turistas ya no sólo van a ver las ballenas o los pingüinos de Punta Tombo, quieren experimentar la sensación de bucear en esas aguas. En las costas de Golfo Nuevo hay varios parques, algunos artificiales, donde meros, salmones, estrellas de mar y pulpos hacen las delicias de los turistas. Punta Pardelas, en el Golfo Nuevo, es uno de los lugares con una transparencia de aguas ideal para observar las salmoneras.
Brasil posee unas aguas cálidas llenas de vida exótica y posibilidades para el buceo. Lugares como Buzios, famoso por sus playas, Joao Fernandes, Joao Fernandinho, Laja do Criminos y las islas de Feia, Ancora, Filhote o Gravatas ofrecen lugares capaces de satisfacer a buceadores de todos los niveles. A los que no les apetece colocarse las botellas, las islas de Fernando de Noronha son ideales para inmersiones en apnea en las playas de Air France y Conceiçao.

Pero sin lugar a dudas el lugar elegido para bucear por excelencia suele ser El Caribe. Este sarpullido de islas tropicales está disponible todo el año con temperaturas agradables y una exótica fauna y flora tanto sobre como bajo el mar. Antillas Holandesas, Aruba, Cozumel, Los Roques, las Bahamas...
Cuba se está convirtiendo en un destino muy frecuentado por buceadores. Cayo Coco, Cayo Guillermo y Cayo Largo comparten más de 40 especies de coral, caracolas, langostas, camarones, etc. Uno de los atractivos inconfesables del Caribe es el sueño de todo buceador: un pecio antiguo repleto de tesoros. Estas aguas que vieron buques cargados de oro y plata hundisrse por tormetas tropicales o saqueos de corsarios y piratas, guardan secretos aun sin descubrir.
En esta fiebre por el turismo subacuático algo habrán tenido que ver los documentales científicos como los de Cousteau o películas como La Playa, pero lo que está claro es que ya no nos vale con ver un paisaje de postal: queremos meternos en el agua y dar de comer a los tiburones, aunque a veces sea con trocitos de nuestro propio cuerpo, escalar a la boca de un volcán, penetrar en una cueva, lanzarnos al vacío en parapente o pernoctar a bordo de un velero. Hemos dejado la relajante siestecita a la orilla del mar para sentir fluir la adrenalina en todos los poros de nuestra piel. Por eso, cada vez son más los que necesitan unas vacaciones al regreso de sus vacaciones.

 

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